FORO CUBANO Vol 4, No. 34 – TEMA: TRAYECTORIAS PROFESIONALES DE PERIODISTAS INDEPENDIENTES CUBANOS–
Ya no seremos los mismos
Por: María Matienzo Puerto, entrevistada por Ted A. Henken
Julio 2021
Vistas
Con la vocación de aprender a contar historias, enterarse del drama humano y que la gente la leyera, María Matienzo se acercó al periodismo. Actualmente ejerce como periodista independiente, labor que le ha permitido robustecer su postura política y librarse de la frustración.
María Matienzo Puerto (La Habana, 1979) es una mujer negra, lesbiana, aunque ella misma detesta este tipo de clasificaciones porque ha amado mucho sin etiquetas. Vive en La Habana con su pareja Kirenia Yalit Núñez Pérez y trabaja de reportera para Cubanet News.
Es Licenciada en Educación en la especialidad de español y Literatura por el Instituto Superior Pedagógico Enrique José Varona (2002). Su primer puesto laboral en el sector de periodismo oficial fue de correctora de estilo en La Jiribilla. Irónicamente, fue allí mismo en la redacción de esta revista cultural oficialista donde leyó por primera vez la revista Encuentro con la cultura cubana. De hecho, se quedó con un ejemplar dedicado del escritor cubano Virgilio Piñera.
Cuando la pregunté como es que La Jiribilla tenían un ejemplar de Encuentro, dado que no se vendía en Cuba por su contenido supuestamente “contrarrevolucionario”, me aclaró: “No tenían un ejemplar, sino una colección completa. Se recibía en cuanto salía”. Más irónico todavía es el hecho de que muchos años después (2014) ella trabajaría directamente desde Cuba con quienes eran el equipo de la revista Encuentro pero que ya eran Diario de Cuba.
En La Jiribilla, Matienzo pasó de correctora a reportera cultural (2001-2005) antes de pasar un curso especializado de antropología cultural entre el 2005 y el 2006. Por muchos años fungió como reportera freelance, que era como se llamaba en aquellos tiempos al periodismo independiente. Entre 2006 y 2014 colaboró con muchos medios nacionales culturales como Cubaliteraria, La letra del Escriba, Isliada, El Caimán Barbudo, y las revistas Extramuros, Esquife, Matanzas y El Mar y La Montaña, mientras publicaba en Cubanet bajo el pseudónimo Sibilla Aleramo.
Después de pasar cuatro años (2009-2014) en Letras Cubanas como editora de teatro, aprendiendo sobre el mundo del libro, Matienzo decidió dejar atrás todas las ataduras con el estado. Saltó para Diario de Cuba (2014-2017) y después a Cubanet (2018-actualidad). Además, hasta la fecha tiene tres libros publicados: una compilación periodística que resume cuatro años de su trabajo, Apocalipsis La Habana (Americans are coming), (Sarmancada/Guantanamera, 2017); una novela, Elizabeth aún juega a las muñecas (Hurón Azul, 2019); y un libro-ensayo sobre los Cuentos Fríos de Virgilio Piñera que acaba de salir, “Desmembrar el cuerpo frío, jugar con Virgilio” (Puente a la Vista, 2021).
¿Cuál fue tu experiencia de los acontecimientos históricos en Cuba del día 11 de julio – manifestaciones antigubernamentales masivas y represión violenta policial seguidas por detenciones y condenas a los manifestantes – y durante los días y semanas después?
Estuve sitiada desde el primero momento, pero eso no fue impedimento para que llegara la incertidumbre de una posible detención y el horror que se ha vivido en estos días.
Ya no seremos los mismos después del 11 de julio. Ni los que salieron a protestar ni los que salieron a golpear dispuestos a matar. El 11 de julio es un punto de “no retorno”.
Mucho se habla de la valentía de los que salieron, pero también habría que decir que cuando respondes a una orden de salir a golpear a la calle sin medir las consecuencias, tampoco serás el mismo cuando regreses a tu casa aun cuando cuenten las golpizas como hazañas de guerra.
Las hordas con palos, los militares irrumpiendo en las casas o golpeando en grupo a mujeres, hombres solos o a adolescentes, son imágenes que nunca más podremos borrar por mucho que la prensa oficial se empeñe.
Mi experiencia después del 11 de julio no es individual, sino colectiva. Mi pareja, Kirenia Yalit Núñez Pérez y yo, hemos estado contribuyendo junto a un grupo de personas, en su mayoría mujeres, en reconocer a los desaparecidos, a los detenidos, a los juzgados en juicios sumarios, en hacer acompañamientos a las familias de las víctimas.
A penas logro escribir porque la preocupación por gente que a penas conozco me desconcentra. Supongo que si logro canalizar la violencia de estos días encuentre un espacio para la escritura nuevamente.
¿Podrías describir tus orígenes familiares y sociales? ¿Qué trabajo o profesión practicaban tus padres y cuán “integrada” fue tu familia en el proceso revolucionario durante tu niñez? ¿Cuán “integrado/a” fuiste tu de joven/adolescente? ¿Cómo fueron tus experiencias educacionales hasta y durante el preuniversitario?
Por la experiencia del adoctrinamiento revolucionario pasamos todos los nacidos en Cuba después del ‘59. Mi familia es muy compleja por eso nunca doy detalles de ella porque sería escribir un libro de historia de Cuba contemporánea.
Y siempre fui incómoda cuestionándolo todo, haciendo las preguntas que nadie quería hacer incluso cuando fui miembro de la Federación de Estudiantes de la Enseñanza Media (FEEM) y me expulsaron por “leguleya y fajarina”, eran los calificativos que me daban mis profesores. Nunca fui de la UJC porque no me ajustaba a sus patrones morales e ideológicos.
¿Qué estudiaste?
Nunca me he alejado de la idea de escribir, contar historias. Estudié pedagogía porque no hacer nada para mi nunca fue una opción, porque estudiaba en el “pre” pedagógico del que siempre quise salir y no lo logré porque necesitaba cierta influencia y dinero que mi madre no tenía.
Decirlo así de esa manera tan tajante suena feo y pudiera pensarse que fue una cuestión de capacidad, pero mi promedio académico daba para un cambio de escuela y más.
Asumo que un “pre pedagógico” es un colegio donde uno va para aprender ser maestra. ¿Por qué quisiste salir de este pre?
Un pre pedagógico es una especie de bachillerato vocacional especializado en pedagogía, aunque el plan de estudio es el mismo que en el resto de las escuelas del mismo nivel y estudiar en un pre pedagógico lo único que le garantiza al gobierno es que al final de los tres años el estudiante opte solo por carreras pedagógicas.
Me quise salir de ese pre porque mi interés nunca fue ser maestra ni profesora de nada. La enseñanza me desgasta. No me gusta en ninguna de sus variantes. Aunque no lo parezca yo soy una persona bastante solitaria.
Y ahora una pregunta un poco ingenua: ¿Cómo es que uno necesita influencia o dinero para estudiar ciertas cosas en Cuba? ¿La educación no es gratis y equitativa para todos?
La pregunta no creo que sea ingenua, solo responde a la imagen que se ha dado de igualitarismo en Cuba que cuando no lo logras por las vías que debieran estar disponibles para todos solo te lleva a la frustración.
Sí, en Cuba para acceder a determinadas carreras hace falta impulso e influencia y eso se esconde, por ejemplo, detrás del sistema de verificaciones o el llamado expediente escolar donde se recogen toda la vida estudiantil y si a una maestra se le ocurre poner que fuiste o que tus padres son contrarrevolucionarios, o que una misma es poco confiable, no te otorgan carreras que el sistema considere sensibles.
Pero todo cambia si tienes un pariente con amigos en el municipio o la provincia de educación. Si es en el ministerio, mejor. Y esas influencias casi siempre están acompañadas por regalos costosos o intercambios de situación de poder.
Tuve una amiga en ese mismo pre pedagógico que sí logró cambiarse, incluso lo hizo en los últimos 6 meses de 12 grado, o sea, en el último año cuando ya es decisivo porque se suponía que llevara estudiando para las pruebas de ingresos otros seis meses más, pero su familia dio mucho, tanto que no solo se cambió, sino que le asignaron del municipio de Güines un profesor de historia para que la preparara. Eso es un secreto a gritos y lo escucha quienes quieren o quienes pueden.
¿Qué te atraía de la idea de ser periodista en un país como Cuba?
La idea de ser periodista en mi caso no está vinculada a Cuba, aunque ahora no logre desligar una cosa de la otra. Para mi la idea de hacer periodismo estaba vinculada a aprender a contar historias, a enterarme del drama humano y que la gente me leyera.
Una edición vieja de “A sangre fría” que había en casa de mis abuelos y Truman Capote terminaron de convencerme de que el periodismo era la escuela que estaba buscando para aprender a contar.
Por eso, cuando en 4to año de la carrera pedagógica 2000-2001, un amigo mal informado (porque resultó ser mentira), me dijo que en La Jiribilla estaban buscando un corrector. No dudé en ir, aunque no conociera a nadie y aunque no supiera qué hacía a ciencia cierta una correctora de estilo en una revista.
¿Cuál fue tu primer puesto laboral como periodista en el sector oficial/estatal? ¿Fue agradable o desconcertante?
Empecé siendo correctora en La Jiribilla en 2001 y allí mismo conocí y leí la revista Encuentro con la cultura cubana, de paso me quedé con un ejemplar dedicado de Virgilio Piñera. Fue una experiencia con sentimientos encontrados. No imaginé que el mundo del periodismo fuera tan tóxico, tan competitivo, pero quizás haya sido ese ambiente lo que me conminó a no rendirme y hacer periodismo.
Recuerdo a Bladimir Zamora burlarse de mi cuando me decía periodista, pero a la misma vez darme un buen consejo sobre algún giro idiomático o algún vicio que no debía adquirir. Allí estaban otros que ahora son lo más reaccionario que tiene el periodismo oficial pero que cuando coincidimos en La Jiribilla me sacaron a empujones de la retórica oficial para que no tuviera los grilletes que ellos siguen teniendo.
Tengo entendido que La Jiribilla fue fundada como reacción directa a la existencia de la revista cultural del exilio Encuentro. ¿Cómo es que tenían allí un ejemplar de Encuentro con la cultura cubana? ¿No se considera como “propaganda enemiga”? ¡Parece que te contagió!
No tenían un ejemplar -risas- sino una colección completa. Se recibía en cuanto salía. Allí, aunque te parezca increíble sentimos la muerte de Jesús Díaz y la de Celia Cruz. No se si llamarlo doble moral porque había autenticidad en todo lo que viví allí, aunque se terminara publicando lo que se aprobara por la presidencia y el ministerio de cultura. Años después (2014) estuve trabajando con quienes eran el equipo de la revista Encuentro con la cultura cubana pero que ya eran Diario de Cuba.
En cuanto me gradué me permitieron empezar a colaborar como periodista. Entonces empezó la batalla real.
Hablas aquí y arriba y abajo de “sentimientos encontrados”. ¿Podrías explicar con mas detalle porque – en aquel entonces – tenías este conflicto?
Tenía un conflicto porque la realidad cubana no me la he construido, sino que la he vivido. Vivía en Alamar, un barrio de gente pobre donde las mujeres se prostituyeron en la década del 90, tuve amigos que se fueron en balsa porque no soportaron la miseria en la que vivíamos y yo misma tuve muchas veces hambre y no era porque mi mamá no hiciera el esfuerzo por llevar un plato de comida a la casa, simplemente a veces era que no había de dónde sacar.
En Alamar, viví violencia y hay quien decide evadir la realidad mirando a otro lado, pero a mi me gusta enfrentarme y sacar lo mejor de mi para avanzar. Yo sabía que el periodismo y mi superación profesional era/es una vía, pero eso no me ha hecho ciega ni indiferente. O quizás sea que no sé escalar, yo acostumbro a construirme mi camino piedra a piedra. Es una cuestión de personalidad.
¿No es un requerimiento tener un título de periodismo para trabajar como periodista en los medios oficiales?
Sí, era requerimiento el título, pero supongo que sopesaban textos/temas contra el papel que decía que era o no periodistas y los primeros salían ganando. También tuve muchos amigos que me enseñaron a hacer periodismo, que me dieron lecturas de las que me sigo agarrando para seguir haciendo periodismo.
Mi primer trabajo fue una entrevista a Rodolfo Rensoli y el promotor cultural del movimiento Hip Hop hacía especial énfasis en el racismo que había sufrido. Tuve que defender el trabajo como una tesis porque la redactora en ese momento no quería que hablara de esos temas, al menos no de modo tan crudo como lo describía Rensoli.
Y comenzó la carrera por contar sin que me censuraran demasiado o de encontrar la arista polémica a cualquier asunto que me encargaran a cubrir.
Fueron cuatro años (2001-2004 y quizás 2005) de sentimientos encontrados y de aprendizaje, de ver cómo funcionaba el sistema por dentro, de ganar amigos y enemigos, de reafirmarme como “no confiable”, pero en esencia estaba en sintonía con lo que siempre había querido para mi como escritora.
Uno de los últimos trabajos fue una entrevista a una corresponsal de guerra en Iraq, Karen Marón. El texto fue muy polémico, aunque me lo replicaron en muchos espacios de la izquierda cubana y europea porque cuestionaba la complicidad de la ONU con la guerra, casualmente lo mismo que sigo haciendo hoy.
¿Esta entrevista está publicada y todavía accesible en la red?
Aparece, pero replicada en el sitio Rebelión. Creo que me borraron de La Jiribilla.
Salí de aquella redacción muy decepcionada. Me parecía que algunos temas se tocaban desde la superficie, además de la miseria humana, de una directora que temía que la sustituyeran constantemente y le hacía la vida imposible a quienes tenía a su alrededor y me dediqué a estudiar antropología en un curso de especialización entre el 2005 y el 2006
Estuve en freelance, que era como se llamaba en aquellos tiempos al periodismo independiente, y colaboré con muchos medios nacionales culturales. Colaboré con Cubanet bajo el pseudónimo Sibilla Aleramo, mientras publicaba reseñas en Cubaliteraria, La letra del Escriba, las revistas Extramuros, Esquife, Matanzas, El Mar y La Montaña.
Luego, estuve 4 años (2009-2014) en Letras Cubanas aprendiendo sobre el mundo del libro. Era editora de teatro. Y todos esos años sin dejar de escribir ensayos o cuentos.
¿Y pudiste publicar estos ensayos y cuentos en algún lugar?
Uno de los ensayos fue publicado parcialmente en revistas como El Caimán Barbudo, Isliada, Matanzas y El Mar y La Montaña, y ahora acaba de salir como libro por la editorial Puente a la Vista en los Estados Unidos. Es un ensayo sobre los Cuentos Fríos de Virgilio Piñera: “Desmembrar el cuerpo frío, jugar con Virgilio”, así se llama.
Me publicaron cuentos en varias antologías: “¿Cuánto cuestan los abuelos?”, en Pinar del Río; en la editorial Abril, en Isla en Negro, un cuento titulado: “Mientras recuerdo al secretario general del Partido” que no sé cómo me lo publicaron porque es bastante agresivo con el hecho de pertenecer al PCC. Y otros, pero no me creerás, se me olvidan algunas cosas y a cada rato me encuentro una publicación mía que no me acordaba que había hecho, pero que sí la hice. Hasta que empecé a trabajar paralelamente con sitios independientes como Havana Times (2010) y Cubanet (2008 u 2009).
En esencia nunca he salido del mundo de la escritura que ha sido lo que siempre me ha interesado.
Mirando atrás a tu propio desarrollo profesional y orientación política a lo largo de los años ¿cómo ha ido transformándose este desarrollo y esta orientación y porqué? ¿Hubo un momento de ruptura o despertar o fue más un proceso lento y largo de distanciamiento e independencia?
No creo que haya tenido una transformación política. Creo que la he ido robusteciendo. Una muestra de ello es que no estoy en ningún grupo de poder pudiendo estar. Lo que le replicaba a mi madre en la secundaria sin ningún argumento cada vez que me hablaba de “cuando vengan los americanos” o “eso es por culpa del bloqueo”, hoy lo repito de una manera más sólida, con cifras, vivencias, citas.
Mi desarrollo profesional ha sido sinuoso, como un río, me dejo llevar y muchas veces las rupturas se han dado por la distancia y no por eventos radicales. Aun yo trabajando para la prensa independiente logro dialogar con gente muy diversa con la que no siempre coincido en presupuestos ideológicos.
Cuando me deja de interesar trabajar para un medio o cuando dejo de compartir intereses y valores con las personas que me rodean simplemente me alejo. Así mis decisiones me mantienen siendo una persona libre en medio de una dictadura.
En 2011, el escritor cubano residente en Londres Juan Orlando Pérez publicó una reflexión en su blog Juan sin nada titulado: “Profesión, periodista. Cubano. Perdón”, donde dice que ser periodista en Cuba es la receta perfecta para una vida profesional de una “espesa insatisfacción” y “tremenda frustración”. Al mismo tiempo, describe los dos años que trabajó en La Tribuna de La Habana como los más felices de su carrera. Basado en tu propia experiencia, ¿cómo entiendes esta descripción contradictoria de Pérez?
Si hay algo de felicidad en lo que hago es porque el periodismo me libra de la frustración.
Desde que lo retomé, dejando detrás todas las ataduras con el estado y saltando para Diario de Cuba (2014-2017) y ahora para Cubanet (2018-actualidad), he visto más mundo de lo que podría haber imaginado.
Y no hablo solo de viajar al exterior sino de viajar al interior de Cuba. He descubierto una Cuba que la vivía pero que cuando una decide contarla empieza a conocerla de veras. Una Cuba miserable e infinita a la misma vez y no escribir sobre ella sí hubiese sido realmente frustrante.
Lo que siempre digo.
Con todos los desvelos que trae hacer periodismo independiente en Cuba yo duermo mejor desde que lo hago. Con cada historia pienso que seré la próxima interrogada o la próxima detenida, pero paradójicamente me hace sentir tranquila porque si siento ese peligro inminente es que toqué alguna fibra sensible de la dictadura que se vive en Cuba.
El periodismo independiente cubano siempre se ha nutrido del trabajo de periodistas autodidactas o “periodistas ciudadanos”. Para ti, ¿la distinción entre periodistas independientes “profesionales” (con títulos universitarios y experiencia en el sector oficial) y los autodidactas tiene relevancia o importancia?, y si es así, ¿en qué sentido?
¿Qué hace a un periodista si no es ejercicio de la profesión? Cuando veo estas preguntas me doy cuenta de lo mediocre que se ha vuelto la intelectualidad cubana porque son sus preguntas, pero también son los pronunciamientos en las redes sociales y en los foros públicos. Si en el siglo XIX un doctor o un hombre negro que a penas se había librado de la esclavitud, podían hacer periodismo, ¿cómo es que hoy andamos pidiendo títulos?
Yo misma soy un caso que no encajo en ninguno de esos patrones. No soy graduada de periodismo, pero sí de una carrera de humanidades, me diplomé en Antropología Cultural, manejo dos idiomas (alemán y portugués) y no muero de hambre con el inglés. Le he huido a las escuelas de escritura que vician la creatividad, pero he aplicado a becas de periodismo donde el trabajo con los editores en los medios es más enriquecedor que cualquier libro. Llevo 19 años ejerciendo el periodismo, entonces, ¿quién puede señalarme como autodidacta?
Y lo mismo sucede con otros colegas que quizás tengan hasta menos estudios que yo, pero que ante la noticia pudieran establecer cátedra de periodismo.
Pero digo más. Gay Talese antes de ser aceptado en la universidad de Alabama había escrito cientos de columnas; Kapuscinski era graduado de Historia. ¿Y García Márquez no se graduó de derecho? Entonces repito, ¿por qué esa necesidad de mostrar títulos si el periodismo se valida escribiendo?
¿En tu experiencia como periodista, cuál es la función de la Unión de Periodistas Cubanos (UPEC)?
Su función es la de controlar. La verdad es que nunca me ha interesado pertenecer a organizaciones. Ahora tampoco pertenezco a nada por lo que no les presto mucha atención.
¿Cuáles fueron los costos y beneficios de tu decisión de dejar el periodismo oficial y lanzarte como periodista en los medios independientes, fuera de las instituciones del estado?
Los beneficios han sido muchos. He ganado en libertad de decir que no cuando no quiera escribir sobre un tema, en libertad de tocar temas polémicos. Los costos no dependen de mi, así que ni hago el esfuerzo por contarlos.
¿Podrías dar algunos ejemplos de los “temas polémicos” que has tocado en tu periodismo?
Te doy los últimos. El tema del racismo y la violencia de género. Algunas entrevistas a opositores y a activistas a los que no les han gustado mis preguntas o mis posicionamientos.
Yo siempre fui incómoda, pero hice buena amistad y quiero pensar que algunos lo siguen siendo. Dondequiera que paso, dejo muchos enemigos y equitativamente buenos amigos también por eso me voy antes de que me boten o antes de poner a mis amigos en posiciones incómodas.
Recuerdo que Zuleika Romay, la entonces presidenta del Instituto Cubano del Libro me mandó un mensaje diciéndome algo así como que estaba hablando de más y yo lo entendí como el despegue de las instituciones gubernamentales.
En la calle y sin trabajo duré menos de una semana. Ailer Mena me comentó que estaban buscando periodistas en Diario de Cuba, me dio el contacto con Pablo Espí, le mandé una crónica y empecé a trabajar a la semana siguiente. Y realmente me sentí bendecida, pero era un proceso que se venía dando en mí porque el mensaje de la presidenta era por mis textos en Havana Times.
¿Cuál fue el impacto en ti de la experiencia de publicar en Havana Times durante tu trayectoria hacia el periodismo independiente?
Lo siento como una plataforma de despegue. Allí coincidí con muchos amigos que ya veníamos de antes, de la vida y conocí a otras personas que se hicieron amigas y a otras que nunca lo serán. Eran muchas voces juntas, diversas y ahora me miro en la distancia y me veo un poco ingenua.
¿Cómo describirías el ecosistema o el espectro de los medios independientes cubanos? ¿Cómo se distinguen entre si y cuales son las características que los unen y cuales son las características que los diferencian o separan uno del otro?
El ecosistema es diverso, por suerte. Eso me reconforta porque en una Cuba futura habría cierta garantía de miradas plurales de la realidad.
¿Qué opinas de la prensa oficial? ¿Cómo podrías describírmela?
He tratado durante años de no juzgar al periodismo oficial y a sus periodistas, pero cada día que pasa me cuesta más trabajo encontrarme razones para no decir que la prensa oficial carece de matices y si los hallo todos apuntan a la construcción del monolito.
Es una oscuridad absoluta que no gana ni siquiera en las formas de contar esa realidad que ellos han construido paralela a la realidad que se vive en las calles cubanas.
Las nuevas firmas que se suman al coro oficial para dar una sensación de pluralidad están en función de anular, de estigmatizar al resto que no solo son los periodistas y el periodismo independiente sino a los feminismos, a los grupos antirracistas, a los activismos políticos, a los artistas haciendo que sea cada día más una prensa de dictadura con métodos poco éticos con los que no se limitan si de desacreditar y amedrentar se trata.
¿Es monolítica o tiene luces y sombras?
Es monolito compuesto por una suerte de interdisciplinariedad en la que cualquier profesional puede hacer periodismo siempre y cuando se ajuste al discurso oficial radicalizar el pensamiento.
¿Qué es lo que diferencia fundamentalmente al periodismo independiente del periodismo oficial?
De las diferencias y las semejanzas debemos cuidarnos los periodistas independientes.
Radicalizarnos no significa perder de vista la objetividad de la noticia, no puede significar contar solo una parte de la realidad para que lo que nos diferencie del periodismo oficial solo sea que nosotros somos perseguidos y ellos no.
Es probable que tengas amigos y colegas que siguen trabajando en el sector oficial mientras tu y muchos otros han optado por el sector independiente. En tu opinión, ¿Hay algo en particular (profesionalmente, personalmente o políticamente) que distingue los que se quedaron trabajando dentro de la oficialidad de los que se fueron?
Me pasa algo curioso. Mis amigos, los que siguen en esos espacios estatales no son los que abanderan el odio. No son los más radicales, por suerte. Ahora mismo con la violencia estatal que desataron las palabras de Díaz-Canel no he visto a ninguno de mis amigos pronunciarse a favor de ese discurso, ninguno entra a mi muro de Facebook a desmentir mis denuncias ni a relativizarlas. Algunos sí me han escrito para corroborar algunas cifras, algunos hechos porque ellos aun están en shock.
Y no los culpo. Ellos no llevan tanto tiempo como yo mirando de frente a la dictadura. Lo que sí siento es que son buenas personas y eso hará que un día tengan menos temores.
De la misma manera, debes tener muchos colegas periodistas independientes quienes se han ido del país mientras tu has optado por seguir practicando el periodismo desde adentro. En tu opinión, ¿Hay algo en particular (profesionalmente o políticamente) que distingue los que se han ido de los que se quedaron trabajando dentro del país?
No juzgo a nadie. Irse o vivir en el país es solo una decisión y lo político o lo profesional no nos distingue a unos de otros necesariamente, aunque lo político y lo profesional sean determinantes cuando se toman esas decisiones. Parece un trabalenguas, pero eso de clasificarnos en mejor o peores, buenos y malos, firmes y flojos, leales y traidores, me agota profundamente.
La vida tiene muchos matices como para querer verla en blanco y negro nada más.
Eres periodista, pero ejercer el periodismo fuera de la oficialidad en Cuba te convierte en una suerte de “disidente” en los ojos del estado aún cuando esta no es tu intención. ¿No? Para ti, ¿cuál es la diferencia clave entre un periodista independiente y un disidente, opositor o activista? ¿Es posible ser ambas cosas al mismo tiempo?
Es difícil ser ambas cosas al mismo tiempo, pero en Cuba pasar la línea es muy fácil.
Muchas veces vamos a cubrir la noticia y terminamos colaborando con abogados de la sociedad civil, con grupos de activistas, con artistas con tal de que las cosas un día comiencen a cambiar, con tal de no quedarnos solo con la historia que contamos o que denunciamos.
Ser periodista y hacer activismo a la vez siempre termina pasando la cuenta porque no se puede ser juez y parte en ningún proceso, por lo que siempre me he cuidado de no participar en grupos de activistas directamente, aunque insistan, por ejemplo, en incluirme en el MSI y yo no haga mucha fuerza por desmentirlo.
Tristemente la oposición cubana no tiene muchos referentes de las funciones del periodismo en la sociedad y a veces quieren que nos convirtamos en sus voceros. Por eso he preferido contar la realidad cubana para que así las veces que he criticado el activismo, no ha habido detrás ninguna organización pidiéndome cuentas de por qué cuestioné la posición política de mi entrevistado o por qué no omití determinados detalles para que la historia fuera más coherente.
El gobierno no solo me convierte en disidente sino en mercenaria y la verdad es que hasta disfruto esos motes porque me da la medida que no estoy alineada con su ideología.
Durante un tiempo se enfatizó el hecho de que algunos blogs y después medios independientes se hicieron “desde Cuba” mientras otros se hicieron “desde afuera”. ¿Para ti, todavía tiene importancia o significado o relevancia esta distinción dada la realidad cada vez más “trasnacional” del periodismo y de la nación cubana?
Para mi esa frase nunca ha tenido relevancia porque hay una realidad, la mayoría de los cubanos que pudiéramos estar interesados en fundar medios desde dentro de la isla no tenemos las condiciones, porque la libertad de expresarnos libremente la asumimos desde el riesgo que es hacer periodismo y no porque existe un sistema legal ni una infraestructura que nos lo permita.
También creo que hacer distinciones entre el adentro y el afuera entre cubanos es contribuir a la política divisionista y de odio que promueve el gobierno como si viviéramos en una unidad militar y los que están afuera traicionaron y los que estamos adentro no.
En todas partes del mundo el modelo de la financiación de los medios está en crisis. En Cuba, además hay un discurso oficial de que los medios y periodistas independientes son realmente “subversivos” y “mercenarios” porque cuentan con financiación alternativa. ¿Podrías hacer una valoración personal de cómo tu negocias en este contexto?
Para el medio que trabajo y con los que he colaborado mi negociación creo que más transparente no puede ser. A mi nadie me paga si no trabajo porque una, me sienta mal recibir dinero sin haber hecho nada; y dos, trabajar sin remuneración es esclavitud y yo soy una mujer, negra, periodista del siglo XXI.
No escribo de lo que no estoy convencida que quiero escribir. No negocio las historias que cuento. Ellas salen tal cuál aparecen en la realidad:
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Si el sujeto fue militar durante toda su vida y ahora quiere denunciar su realidad, ambos detalles deben estar narrados;
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Si al opositor no lo dejan salir de Cuba porque se acogió un día al refugio político y ha entrado a Cuba 13 veces en un año como negociante y ahora no lo dejan salir, en mi nota irá toda la historia;
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Si a una madre le fue dado un subsidio con anterioridad y no supo cómo administrarlo y ahora me llama para que denuncie su caso, también irá todo.
Mi empatía siempre estará del lado de las víctimas, de los que denuncian, pero trato de no traicionar la historia y que los demás, el lector, juzguen.
En el caso de las entrevistas, que es un género que disfruto mucho dentro del periodismo, me gusta poner a dialogar lo que creen mis entrevistados con lo que investigo o lo que creo como profesional y eso me reconforta. Me hace sentir esa libertad que he ganado haciendo periodismo que consiste en no tener que halagar a nadie para quedar bien con un medio o un partido.
Otros temas sobre los que trabajo con mucha frecuencia son sobre las denuncias contra el acoso político y la represión.
En estos casos el matiz es diferente. No hay nada que justifique la violencia contra los que piensen diferente. ¿Qué pudo haber motivado la represión, un cartel?
Pues la multa, el encarcelamiento, el mitin de repudio, la golpiza, la reacción policial no hay manera de equilibrarla porque pertenecen a las políticas de odio del fascismo.
O sea, la negociación es conmigo misma, con mis niveles de libertad, los que he ganado y los que heredé.
¿Cuáles son tus experiencias de acoso, intimidación o detención e interrogatorio por parte de la seguridad del estado? ¿Has sido arrestado, molestado, amenazado o difamado? ¿Ha sido impedido o “regulado” tu movimiento dentro o fuera del país? ¿Bajo cual justificación legal?
“Nosotros no actuamos con lógica”, eso me dijo el último “seguroso” que me impidió salir de la casa y no sé si le traicionó el subconsciente, si se puso nervioso porque le hablé con firmeza o porque yo andaba con una camiseta transparente, pero es así.
Yo he sido de las menos hostigadas, aunque he tenido que estar encerrada en casa por más de 5 días porque me impiden salir a cubrir alguna noticia.
Los interrogatorios fueron al inicio, después comenzaron a llegarme las amenazas y los recados a través de los amigos quienes por ser mis amigos eran despedidos o eran interrogados hasta el punto de quedarse a mi alrededor solo la gente imprescindible o la que no ha cogido miedo.
También han estado los acosos digitales y los intentos de hackeos a los que les he dado la importancia debida, sin sobredimensionarlos para que no se conviertan en el eje de mi vida.
Y como actúan sin lógica, he hecho denuncias a fiscales, a altos funcionarios y no he sido molestada, aunque siempre tengo la sensación de que me están pisando los talones, de que seré la próxima secuestrada, aunque sea por un par de horas.
¡Así fue, efectivamente! La misma mañana después de que escribiste estas palabras (23 de marzo), fuiste detenida y desaparecida durante algunas horas. ¿Cómo fue esta experiencia y había algo nuevo o distinto en el tratamiento o el mensaje de los represores?
Después del último recado de “dile a María que yo la leo” y le enseñaron a mi amigo un file lleno de textos impresos míos, cumpliendo la amenaza del último interrogatorio: “te vamos a demostrar que tu no eres líder de nada”, hubo una detención y un interrogatorio que por ser absurdo, no deja de ser violento, pero el que me interrogó evidentemente no es el mismo que me lee porque ese me hablaba de una movilización de la que no sabía nada e intentó todo el tiempo que reconociera un supuesto delito poniendo como pretextos a amigos.
¿Hasta la fecha, cuál ha sido el impacto del auge del nuevo periodismo independiente digital en Cuba? ¿El periodismo independiente tiene futuro en la Isla? ¿Qué se debe cambiar para que tenga más o mejores posibilidades de existencia y éxito?
Para que tengamos más y mejores posibilidades de éxito deberíamos cambiar a un estado de derechos donde yo pueda denunciar cualquier amenaza que se haga contra mi persona y como los poderes estarán divididos, yo tendría al menos una ínfima posibilidad de ser protegida.
¿Tu piensas que haya posibilidad de dar reconocimiento legal a la prensa independiente en las regulaciones venideras?
No creo que haya ningún tipo de reconocimiento legal en tanto Cuba siga viviendo en dictadura y en caso que hubiese algún tipo de legalización o reconocimiento los términos, dada la naturaleza del sistema cubano, sería sobre la base de la censura. Pensar que sería diferente sería desconocer la historia del periodismo independiente en Cuba que no empezó ayer ni con nosotros.
El nuevo periodismo en Cuba se ha convertido en un arma contra la dictadura. Es una idea manida pero así lo asume el mismo gobierno sino, no le diera tanta importancia.
La incidencia sobre las decisiones del gobierno es innegable, aun cuando tengan un plantel de gente dispuestas a escribir desde la negación.
El periodismo independiente, no sé si ya tan nuevo, ha demostrado que es el futuro en la isla.
¿Qué sabes de la historia del periodismo independiente cubano antes del nuevo movimiento digital actual? ¿Quiénes fueron los pioneros del periodismo independiente en Cuba? ¿Te identificas con esta historia como parte de tu propia historia profesional ahora que eres un periodista independiente también?
No sabría decirte quiénes fueron los primeros, pero sé que Luis Cino lleva años haciéndolo y que ha sufrido prisión por hacerlo. O María Elena Cruz Varela y la empatía que siento no solo con sus poemas sino con su caso. Mi ex suegro, Lorenzo Pescoso, enviaba las notas periodísticas a Radio Martí vía telefónica. También están Raúl Rivero y Jorge Olivera de los 75 y la Primavera Negra.
Estamos haciendo periodismos sentados sobre la experiencia de muchos colegas. Es la historia de Cuba, no es la historia del periodismo solamente. La historia que nos toca contar a nosotros así que no es solo una cuestión de identificarse, sino de ser consecuentes.
¿Hay alguna publicación tuya o entrevista a la cual me podrías referir acerca del periodismo independiente?
En Programa Cuba salió un texto. Es el único que he publicado con ellos, se llama, “El PCC, las subvenciones y la utopía de una prensa ideal”.
Si pudieras recomendarme algunos artículos que has publicado que son representativos de tu trabajo periodístico a lo largo de tu carera, ¿cuáles serian?
Me gustaría que recomendaras mi novela, Elizabeth aún juega a las muñecas. Ahí estoy yo completa tal cual soy, pero hemos estado hablando de periodismo entonces te recomiendo que busques una compilación publicada por la editorial Sarmancada, Apocalipsis La Habana (Americans are coming) que resume cuatro años de trabajo o que leas online “Habitación 422”, publicado en Hypermedia, “Otra Primavera negra”, en la revista argentina, Seul; o en Cubanet, “El alto costo de vivir entre ruinas, “El régimen del miedo” o “La justicia no alcanza a los negros en Cuba” o las entrevistas “Los horrores de una cárcel para mujeres en Cuba” y “Claudio Fuentes: ‘No quiero ser opositor ni un día más’.”
Estos han sido trabajos que he disfrutado, por eso los recomiendo.