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FORO CUBANO Vol 3, No. 24 – TEMA: PRENSA INDEPENDIENTE –

El PCC, las subvenciones y la utopía de una prensa ideal

Por: María Matienzo Puerto

Septiembre 2020

Vistas

La obsesión por el dinero que ganan otros con su trabajo es uno de los rostros de la miseria aprehendida por más de 60 años de totalitarismo. El Comité de Defensa de la Revolución (CDR) en el barrio, el Partido Comunista Cubano (PCC) en los centros de trabajo y ahora en las redes sociales un ejército de identidades falsas que albergan equipos de informáticos para atacar en el ciberespacio a activistas o a periodistas, o de blogueros y periodistas que llegan a becas en importantes universidades norteamericanas o del resto del mundo a preocuparse más por los fondos que sostienen el periodismo hecho al margen del partido que por narrar la realidad cubana desde todos los puntos de vista posibles. 

 

Exigir transparencia a los medios independientes cubanos se ha vuelto una moda. El interrogatorio virtual es unidireccional. No se les ha visto cuestionar de dónde sale el dinero para la propaganda política que despliega el partido comunista en su órgano de prensa, aunque creo que las respuestas a ambas preguntas las tienen. A los primeros, los subvencionan, según sus denuncias constantes, un mundo reducido a la National Endowment for Democracy (NED) y la U.S Agency for International Development (USAID); a los segundos, los salarios que no se pagan, los impuestos que pesan sobre los cuentapropistas o sobre las remesas familiares que entran al país a través de la Western Unión o el dinero que no se invierte en los servicios médicos o en la educación, por solo mencionar dos de las gratuidades que cuestan caras en Cuba.  

 

Esos blogueros o periodistas han logrado escalar en la negociación con el totalitarismo. El ascenso ha sido tortuoso, y aunque el podio de su defensa termina estando en medio de la comodidad capitalista, su fidelidad no les permite ver que para contar una Cuba depauperada no hace falta una agenda externa. Esa Cuba está. Existe. De ahí salen los periodismos independientes que se han ido diseñando por el camino y no al revés como se empeñan en decir en un intento también de aplicar a las mismas entradas de capital.

 

La preocupación por el dinero arrastra consigo la obsesión por homogenizar el panorama de la prensa para poder colocarse y colocar a los demás en las dos únicas orillas que alcanzan ver: la de los buenos, limpios, la izquierda, los oficiales y los héroes frente a la de los malos, sucios, los de derecha, los independientes y los mercenarios. Sin embargo, el paisaje es más sinuoso y no sería posible recorrerlo para ningún tipo de prensa sin financiamientos. El Granma, por ejemplo, aún con sus contadas páginas y su escasa inversión en periodismo de investigación, no se podría hacer sin dinero, menos ahora que ha saltado a la policromía.

 

Pero la obsesión sigue estando presente y quienes se han dedicado más a pensar en la ruta del dinero y no en los modos de hacer periodismo, proponen varios escenarios posibles donde la prensa ideal/conveniente sea la que sustente el Partido Comunista, los pequeños empresarios y los suscriptores, respondiendo a un esquema internacional de patrocinio, propaganda y suscripción, pero en la sociedad cubana donde según el artículo 5 de la Constitución de la República, el partido es “la fuerza política dirigente superior de la sociedad y del Estado”, por lo que cualquier acuerdo estaría plegado a sus intereses.  

 

Entonces, se impone el análisis desde lo hipotético para avanzar hacia un periodismo correcto y conveniente. Negociar con el PCC algún tipo de patrocinio, sería repetir el patrón de los medios de prensa oficiales con la fiscalización de temas, de opiniones, noticias y denuncias por grupos de análisis de la información que vigilan constantemente cualquier desliz ideológico. En la carrera por anular la diversidad de voces que conviven en Internet habría que pasar por la experiencia del ex corresponsal de Granma, José Antonio Torres, por solo citar un ejemplo, quizás el más radical en medio de las sanciones que han sufrido los que, una vez no tan fieles a los intereses partiditas, han pasado a engrosar la lista de los invisibles porque dijeron una frase inapropiada o no editaron lo suficiente los galimatías de sus dirigentes.

 

José Antonio Torres fue acusado de espionaje en febrero de 2011 y condenado a 14 años de cárcel por unas cartas que envió a la entonces Oficina de Intereses de los Estados Unidos en La Habana. Las cartas nunca se hicieron públicas, a diferencia de la serie de reportajes publicados en el órgano del partido, en julio de 2010, donde exponía la corrupción en las obras del acueducto que se construía en Santiago de Cuba, su ciudad de residencia. La historia de Torres podría repetirse en quienes no cedan a las exigencias del nuevo sponsor. Sería una negociación desequilibrada en un Estado sin derechos, sin leyes ni un sistema judicial que respalde la libertad de expresión, pero con una ley 88 que habla de la protección a la independencia nacional señalando a sus propios ciudadanos como el enemigo y un decreto ley 370 sobre la informatización de la sociedad controlando las denuncias en las redes.

 

Lo mismo ocurriría con las empresas socialistas que tendrían que pasar por el filtro del partido, las propuestas de un periodismo alternativo aun si su contribución fuera solo como anunciantes. Esa es otra de las propuestas. Anunciantes “del patio” que paguen lo suficiente para sostener salarios de periodistas, diseñadores, webmaster, fotógrafos o proyectos investigativos en un país donde el estado es el principal empleador y los salarios no exceden los 30 dólares mensuales. También en esa segunda clase de sustento de la prensa ideal/conveniente habría que establecer leyes de publicidad que no existen en Cuba y asegurarse de que cuando sean dictadas, no tengan las cláusulas de carácter moral que suelen ideologizar las legislaciones cubanas y se termine condicionando la relación comercial a directrices ideológicas. 

 

La tercera y última utopía es la de una prensa sostenida por los suscriptores, o sea, gente interesada que paga para acceder y sostener a quienes narren su propia realidad. Los suscriptores deberán pagar doble: el acceso a internet a través de los servidores de la monopólica ETECSA y el derecho a recibir información veraz y actualizada de los medios. Los 3.079.500 trabajadores en el sector estatal, según las cifras oficiales, con menos de un dólar diario de salario, ¿a qué tipo de diario se suscribirían? ¿Les permitirían, so pena de ser despedidos, recibir libremente un boletín con denuncias de corrupción u opiniones críticas sobre el sistema? Pero, sobre todo, ¿les alcanzaría el salario para, además de sobrevivir a cuestiones básicas y cotidianas, permitirse el acceso a internet para algo más que no sea la comunicación con familiares en el extranjero?

 

¿Del poco más de medio millón de los cuentapropistas habría alguno que quisiera mezclar su negocio con política sin antes tener resuelto el tema de un libre mercado que le permita independencia de un gobierno que puede intervenir su pequeña empresa y declararla ilegal? En caso de que las escaramuzas ideológicas quedaran saldadas, habría que pronunciar una ley de inversión que beneficie a personas naturales o seguiría siendo una subvención extranjera en tanto, la ley de inversión solo permite el empleo de presupuesto foráneo en los proyectos económicos cubanos.  

 

En la dictadura “tropicalizada” que intentan vender desde la orilla de los buenos y aceptados también ha quedado fuera una prensa de entretenimiento que ha sido catalogada como frívola por el poder al mando en La Habana, pero que quizás tenga más oportunidades de sostenerse si excluyera de su catálogo a artistas con posicionamientos políticos contrarios al gobierno.  A la utopía de una prensa independiente al estado, pero aceptada por este le falta estructura legal y económica que la sustente. Los análisis que se han hecho públicos parecen desconectados de la realidad. Se remiten a una Cuba de la primera mitad del siglo XX donde solamente en La Habana, había 21 periódicos, 12 noticieros de radio, 28 revistas y 3 noticieros de televisión, a los que el proceso de deconstrucción histórica de la revolución se ha encargado de demonizar.

 

En esa mezcolanza de reminiscencia de un pasado contado a medias durante 60 años y el holograma de un poder dispuesto supuestamente a dialogar con el periodismo, pero que mantiene a más de 130 presos políticos encarcelados, que no asesina pero acosa a sus periodistas, que infunde miedo en interrogatorios, que vigila y desacredita, que controla y censura, no queda claro cuál es la posición de sus portavoces, ¿necesitan cambiar la imagen de Cuba y para eso fundar un periodismo complaciente? y ¿el Granma? ¿ya está suficientemente desacreditado ante la opinión pública nacional que necesitan refundar una prensa que parezca libre?, ¿estarán buscando argumentos para seguir incriminado el periodismo independiente?, ¿están interesados en los mismos” grants” de los medios independientes cubanos? Y mientras se desgastan buscando el oro que apenas existe, Cuba los va dejando atrás, y sus análisis sobre la realidad cubana comienzan a desfasarse, que es lo más vergonzoso que le puede pasar a un periodista.

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