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TEMA: ESCRITORES Y ARTISTAS

Sobre los recuerdos de cabrera infante, un difunto infante…

Por: Valentina Bohórquez Polo*

Diciembre 2019

Vistas

*Estudiante de la Escuela de Política y Relaciones Internacionales y miembro del Programa Cuba de la Universidad Sergio Arboleda

Señoras y señores… ladies and gentlemen, ¡buenos días o noches tengan ustedes! Sean ustedes bienvenidos y bienvenidas a los recuerdos de un Infante difunto, no los recuerdos desde el Infante, si no algunas memorias de Infante. Con la aparición de resignificaciones innatas que se abren paso a la lista de un cubano más en el exilio y en el olvido isleño. Sin más presentación y preámbulo, que se abra el telón (no al cabaret Tropicana, como en Tres Tristes Tigres) si no a los recuerdos del difunto Infante. ¡Arriba el telón! [1]   

De Guillermo Cabrera Infante sabemos mucho, o tal vez muy poco. Ciertamente, saber y entrar a la vida de un escritor puede ser muy fácil o muy difícil a la vez; poco o mucho entendemos sus heridas, sus vivencias, sus relatos aferrados a su misma vida, su capacidad de elogio, de amor, o de repudio hacia algo que escribe y póstumamente sale a la luz. Sin embargo, no somos ajenos a interpretar las vislumbres de su obra, y de su vida.

Cabrera Infante, nace un lunes 22 de abril de 1929, en Gibara (La Villa Blanca), una ciudad de unos 630 kilómetros cuadrados, que desde la costa norte de Cuba tiene una historicidad que empieza a ser patrimonio cultural para la isla. Cabrera Infante nace rodeado de pertenencia revolucionaria, con padres cubanísimos con sentido de resistencia: Guillermo Cabrera y Zoila Infante quienes se convirtieron en los fundadores del partido comunista local y de la resistencia de un mundo imperialista como lo decían los discursos de su padre. La semilla de revolución del escritor de Tres Tristes Tigres y de La Habana para un Infante Difunto viene desde el nacimiento y la lucha de sus progenitores contra la dictadura de Fulgencio Batista. No obstante, el ayudar a establecer en años posteriores un sistema que se viera contrario a la dictadura y en contra del imperialismo, no era más sino la idealización de los sueños de un bien común por la causa que se había luchado y defendido por años. Es por lo anterior que la llegada de Fidel Castro se transformaría en una esperanza, la idealización soñada, y la contra parte de una dictadura… de la dictadura de Batista.

De las cosas que Cuba le debe a Cabrera Infante, sin duda alguna, la Cinemateca es una de ellas, como también los cientos de diarios de Lunes de Revolución que se publicaba en el Diario Revolución; y por supuesto el apoyo al castrismo y al sistema que llegaba al poder. Se le debe el apoyo, como también la contrariedad de sus raíces, el odio posterior por la Revolución, y el establecimiento de un exiliado renegado. El desencantamiento de Cabrera Infante ciertamente tendría el inicio desde las prohibiciones que llegaron en 1961, desde el cortometraje P.M Cuba de su único hermano hombre Alberto Cabrera Infante. P.M Cuba relata en poco más de 13 minutos el encanto de la isla en sus habitantes, la vida nocturna, el amor, el son, el baile y la risa de los y las cubanas. Por supuesto, que se tratará de la vida cubana de fiesta, y esta iba en contra del hombre trabajador, y de la rigurosidad que se esperaba en los isleños. P.M Cuba, fue el detonante de las persecuciones para los Cabrera Infante, llegando hasta que Guillermo Cabrera Infante fuera prohibido en la isla, y dentro de las publicaciones del Diario Revolución.

Desde las letras que conocemos de Cabrera Infante, no podemos decir que no le hizo honor a la isla, a sus costumbres, y la vida en ella. Al inicio de Tres Tristes Tigres, el autor hace la advertencia: “El libro está en cubano. Es decir, escrito en los diferentes dialectos del español que se habla en Cuba y la escritura no es más que un intento de atrapar la voz humana al vuelo, como aquel que dice. Las distintas formas del cubano se funden o creo que se funden en un solo lenguaje literario”[1]. Esta advertencia es el reflejo de que Guillermo Cabrera Infante llevaba a la isla desde su raíz y sentimiento, hasta sus obras publicadas desde el exilio. Sus obras, son cubanísimas, tanto como él, como su esencia y sus letras; cubanísimas desde el prólogo, hasta el epílogo, y un honor a la vida de la Habana en la década de los 60 y 70; mezclado de aventuras racionales como la vida política y social y aventuras de sus amoríos, la pasión y el encanto de catarsis que para él significaba el placer femenino. En consecuencia, la obra completa de Cabrera Infante es un honor a la vida, un honor a la isla y un honor a la Habana, “Prometeo que trae la luz de La Habana a las tinieblas trinitarias” [2] como lo expresa en La Habana Para Un Infante Difunto.

No obstante, aunque la obra de Cabrera Infante nos refleje el punto más cubanísimo de su propio ser, desde poco más de mitad de la década de los 60 su nombre ha sido exiliado de la isla, y aún, no reconocido como uno de sus personajes célebres. Hasta el día de hoy Guillermo Cabrera Infante no es reconocido por el oficialismo cubano, como lo anunció el periódico Granma a mitad del presente año, en su artículo “Cubanidad y cubanía” en el cual se partía de la diferencia de los nacidos en Cuba, y en segundo aspecto la cubanía para quienes no se avergonzarán de ser cubanos.  Dado esto, resulta totalmente irónico que este título no sea atribuido al escritor que, como mencionado anteriormente, hace un elogio a su isla natal desde el exilio. ¿La cubanía es para quien se sienta orgulloso de su país y cultura? o de lo contrario ¿la cubanía es para quien se sienta orgulloso de la situación política de su país?; de ser cierta la segunda interrogante, muchos y muchas no seriamos reconocidos en nuestros propios países de nacimiento. Sin embargo, esto es la cubanía: apoyar en su vida y obra la revolución.

En estos términos, no asimilar a Cabrera Infante con una conexión constante con la revolución, sería un supuesto irracional. El escritor, luego de apoyar la revolución de Fidel Castro y vivir una censura y persecución por la misma, decidió exiliarse completamente en 1965. Dentro de su exilio, creó una revolución constante, desde las letras y desde la escritura misma. Desde su aparición por el diario El País de España, en cada uno de sus artículos, establecía la revolución y la contraposición al castrismo. Creo la “Castroentiritis” una enfermedad según él contagiosa y de la cual la única cura era la verdad, de sus propias palabras sale: “Aunque la enfermedad es infecciosa […] y a veces suele ser fatal, tiene un antídoto poderoso: la verdad. La verdad desnuda crea anticuerpos que combaten la Castroenteritis eficazmente” [3] Una revolución contra una enfermedad, la enfermedad de la que había sido curado con mucho tiempo desde la persecución. A menudo, en sus diferentes artículos Cabrera Infante cuestionaba la enfermedad que él aseguraba tenían algunos de los escritores del boom latinoamericano como Gabriel García Márquez y José Saramago, y se sentía traicionado por algunos más, esperando que la verdad pudiera curarlos antes de su propia muerte.

Habría ciertamente que cuestionarse si el oficialismo cubano dio una muerte en vida a Cabrera Infante dentro de la isla. Pues dentro de sus muchos escritos se encuentra la siguiente afirmación: “Nosotros los cubanos, no sólo los que viven y han muerto en el exilio, sino los cubanos dentro de Cuba que han muerto y los que están muertos en vida como los zombies, podrán un día relatar lo que vieron -es decir, lo que sufrieron y penaron en esa otra vida que es la muerte-.” [4] ¿La muerte desde la Castroenteritis? Las fatales consecuencias de la enfermedad creada por el mismo autor, lo harían sentirse muerto en vida, y sin el aire para ignorar su muerte en los escritos de exiliado, lo que parece el resultado de la icónica frase de Fidel Castro “Con la revolución todo, contra la revolución nada”, que le da de baja a las voces opositoras del bien común y por consecuencia a la voz de Cabrera Infante.

La revolución ante todo llevó a Cabrera Infante hasta el final de sus días, el ejemplo innato de una revolución que se transformó y que cambió de horizontes tras las circunstancias.  Las memorias de quien expresó y no calló, de quien representó a la muerte en vida del cubano en su ser, sin perder el elogio a la isla y a la vida en ella, dedicándole toda su obra a Miriam, quien lo acompañó hasta la muerte. Este es: “Cabrera Infante, quien por encima de la indeseada encomienda de ser la conciencia de un triste país, tuvo el mérito de expresarla sin perder la risa.”[3]

 

[1]        G. Cabrera Infante, Tres Tristes Tigres. Madrid - España: Biblioteca Hispanoamericana del Siglo XX, 1967.

[2]        G. Cabrera Infante, «La Habana para un infante difunto», p. 212, 1979.

[3]        F. V. Molina, «Cuba como desengaño», El País, Madrid, 22-sep-2015.

[4]        G. Cabrera Infante, «La efemérides», El País, Madrid, 20-may-2002.

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