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FORO CUBANO Vol 4, No. 34 – TEMA: TRAYECTORIAS PROFESIONALES DE PERIODISTAS INDEPENDIENTES CUBANOS–

Solo quería escribir

Por: Melissa Cordero Novo, entrevistada por Ted A. Henken
Julio 2021

Vistas

Con un toque de ignorancia y con el único objetivo de escribir, Melissa Cordero entró a la carrera de periodismo. Ya en el ámbito laboral y pese a que no tenía una fuerte convicción revolucionaria, escribió textos oficialistas que ahora reprocha. Aquí un abordaje de su trayectoria y de cómo llegó al periodismo independiente.

Melissa Cordero Novo (Cienfuegos, 1987) es una cubana mulata/mestiza con una larga experiencia tanto académica como periodística. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Central “Marta Abreu" de Las Villas (UCLV, 2010). En 2020 terminó una Maestría en Ciencias Sociales con orientación en Comunicación y Cultura en la Universidad de Guadalajara. En agosto de 2021 empezará estudios de doctorado en Ciencias Sociales en la misma universidad.

 

Su primer trabajo en el sector del periodismo oficial fue en el periódico 5 de septiembre, el órgano oficial del Comité Provincial del Partido Comunista de Cuba en Cienfuegos. Trabajó allí desde septiembre de 2010 hasta octubre de 2016. Al mismo tiempo y hasta 2018, realizó colaboraciones periodísticas en la página web de la Asociación Hermanos Saíz (AHS), en Juventud Rebelde, Cubaperiodistas, El Caimán Barbudo, La Jiribilla, Alma Máter, en Ariel (revista del Centro Provincial del Libro de Cienfuegos), en Renacer (revista de uno de los proyectos de Cáritas Cienfuegos). También escribió para CubaEmprende Cienfuegos.

 

No obstante, en su reflexión sobre esta etapa profesional de su vida, ella no considera que haya hecho periodismo en Cuba. “Me gustaría decir que creía en lo que escribí, y que luego rectifiqué”, revela. “Pero es incierto. No tenía la más mínima conciencia de lo que estaba haciendo. Como quien cava su propia tumba y solo se entera cuando está a punto de acabársele la última gota de aire. Erré. Y erré feo”.

 

Desde 2018, cuando se mudó a Guadalajara para estudiar ciencias sociales, ha publicado en El Toque, El Estornudo, Letras Libres, Diálogo Político, Diario de Cuba y DEMOAMLAT.  Dice que durante su trayectoria como escritora el cambio en sus colaboraciones ha sido completo, hasta “metamórfico”, dada la manera en que ha vivido esos mismos procesos de transformación profesional y personal. “La escritura, a fin de cuentas, es una extensión de uno mismo”, aclara, “una extensión de la comprensión y del lenguaje con respecto a la realidad y a la circunstancia”.

 

Aunque ya tenia 30 años de edad -con seis años de experiencia trabajando en los medios de prensa oficial y dos en otras dependencias gubernamentales-, para ella su verdadero “desarrollo profesional” solo empezó cuando se “cambió” a las ciencias sociales y se mudó a México. “Creo que lo que aún hago como ‘periodista’,” enfatiza, “cambió porque lo hice yo en estos tres últimos años mucho más que lo que muté en los ocho anteriores”.

 

Hoy por hoy, aparte de ser doctorante en La Universidad de Guadalajara y madre, su principal trabajo es como editora en El Toque Jurídico en colaboración con su amigo y colega Eloy Viera Cañive.

 

¿Cuál fue tu experiencia de los acontecimientos históricos en Cuba del día 11 de julio – manifestaciones antigubernamentales masivas y represión violenta policial seguidas por detenciones y condenas a los manifestantes – y durante los días y semanas después?

 

El 13 de julo publiqué un texto junto a Armando Chaguaceda en Letras Libres que creo funciona para la experiencia de los sucesos, pues ahí está explicitado mi criterio al respecto. Se llama “Cuba: radiografía de una emergencia”[1]

 

“El alcance, la inmediatez, la pluralidad de los manifestantes, la consistencia, rebeldía, entusiasmo, unidad y descontento fueron algunas de las características que se podían observar en una primera mirada entre quienes se apoderaron del espacio público físico, por tantos años vetado. […]

 

Díaz-Canel indujo al enfrentamiento y no al diálogo o a una resolución pacífica, porque esto último hubiera significado aceptar la legitimidad de las protestas y verse presionado a escucharlas. Optó por la negación de la realidad, por refugiarse en el simbolismo falso y decadente que es incapaz de sostener el Estado y Gobierno cubanos. […]

 

Al momento en que se escribe este texto, la tónica general de los acontecimientos ha sido la diversidad, masividad y politización de las manifestaciones. No se trata de turbas pidiendo limosnas a algún patrón, sino ciudadanos que exigen derechos a las autoridades. Se desmorona la idea de un pueblo genéticamente incapacitado, por seis décadas de castrismo, para reclamar a sus gobernantes. También el mito de una Revolución eterna, que disuelve las responsabilidades del Estado autoritario en la supuesta identificación pueblo/gobierno/partido único. Se rompe el discurso de la unicidad y la irrevocabilidad del socialismo como sistema para Cuba”. (Chaguaceda y Cordero, 2021).

 

¿Podrías describir tus orígenes familiares y sociales? ¿Qué trabajo o profesión practicaban tus padres y cuán “integrada” fue tu familia en el proceso revolucionario durante tu niñez?

 

Mi madre es ingeniera química y mi padre ingeniero mecánico. Ambos son de Santa Clara. Se mudaron a un albergue que pertenecía a la Fábrica de Cemento de Cienfuegos porque comenzaron a trabajar en ese lugar, hasta que le dieron un apartamento, como medio básico, en la ciudad.

 

Mi padre alfabetizó cuando era un adolescente y en los ochentas estuvo dos años en Malange, Angola. Fuera de esa “integración” no recuerdo nada especial durante mi niñez, aunque tampoco ningún símbolo (conversación, insinuación, posicionamiento) contrario.

 

Recuerdo, acaso en forma de visiones poéticas que solo con el tiempo han tomado su lugar, a mi padre llegar con un saco de maní y a mi abuela, mi hermana y a mí, rompiendo las vainas, recuerdo el olor del maní tostado y el dulce; recuerdo el jabón de coco que hacía mi padre en la cocina, el cerdo que criaba en la azotea y los cuentos posteriores de mi madre de las cenas con majá y caguama.

 

¿Cuán “integrado/a” fuiste tu de joven/adolescente? ¿Cómo fueron tus experiencias educacionales hasta y durante el preuniversitario?

 

Mi “integración”, ahora que puedo examinarla en perspectiva, con distancia y algo de claridad, fue la de esos niños de primaria a los que les dictan saludar y decir: “seremos como el Ché”; y de esos otros de secundaria a los que hacen ver que pertenecer a la UJC es sinónimo de buen estudiante, correcto, integral, no sin la dosis adicional de miedo y amenaza que a esas edades es muy complicado identificar, lidiar o combatir.

 

Entonces sí, pertenecí a la UJC desde esa ignorancia, no recuerdo si quiera que supiera, con doce, trece años, qué significaba “comunismo” o “marxismo”, ni desde Marx ni Engels ni Gramsci ni Badiou o Žižek. No tuve claridad personal ni familiar, ni por contexto inmediato ni por experiencias anteriores, que me permitieran superar la incapacidad etaria para darme cuenta o saber ciertas cosas.

 

Fue un proceso paulatino que llegó mucho después, acompañado de rabia y decepciones. En algún momento de mi etapa de pionera, pero no recuerdo por qué, le dije a mi madre que yo sabía bien qué tenía que decir en la escuela y qué podía decir fuera de allí.

 

¿Cómo y por qué decidiste estudiar periodismo en la universidad?

 

La ignorancia, terrible y desoladora, fue la que me llevó a estudiar periodismo. No tenía, a mis diecisiete años, la más mínima idea de nada. Ni de vocación. Ni de la realidad del país. Ni del futuro. Ni del significado de las cosas. Es un asunto que me persigue como un fantasma al que no le permiten descansar porque tiene asuntos que resolver en este mundo. Y esos asuntos tienen que ver conmigo. Él busca que yo ofrezca explicaciones certeras. Pero lo cierto es lo que no las tengo. Salvo balbucear: fue ignorancia.

 

Y eso lo puedo decir ahora, en aquel momento, si fuese posible viajar allí y volver al papel que interpretaba con esa edad, de seguro no podría construir nada coherente, o con sentido, o con lógica. Era una chiquilla ignorante. Desconocía todo lo que se suponía debía conocer. Quizá hubo flashazos de asuntos, alguna conversación en bajo tono en casa, algún comentario sobre un vecino que firmó el proyecto Varela; flashazos que después de un tiempo pude conectar, pero que en ese tiempo eran como páginas de un diario que un día se mojan y ya uno nunca más puede leerlas.

 

Simplemente quería escribir. Nada más. Ni siquiera quería publicar, ahora que lo pienso, es decir: no me interesaba ni me interesa ahora la “publicación” como concreción, como destino final, como objetivo; me interesaba, nada más, escribir.

 

¿Qué te atraía de la idea de ser periodista en un país como Cuba?

 

No lo estudié porque me apasionaba “el periodista” como figura profesional, de hecho, nada más lejano de mis pasiones. No soy periodista, menos reportera, nunca lo he sido. Me formé, es cierto, y lo practiqué y lo sigo haciendo (por una cuestión pragmática también, no sé hacer nada más). Pero no me gusta.

 

Tengo conflictos irresolubles con la práctica del periodismo y que tienen que ver con mi personalidad, claro está. No todo el mundo está preparado para picar a un paciente con un escalpelo en medio de un salón. No todo el mundo está preparado para ser periodista. Yo no lo estoy. No me apasiona buscar la noticia. Ni perseguir a nadie para una buena entrevista. Ni “pelear” por una fuente. O sea: la materia prima de la que vive el periodismo es, para mí, detestable.

 

Tampoco lo estudié porque quería alinearme a los órganos de divulgación del PCC, ni porque admirara a ningún periodista cubano, ni porque me apasionara ser periodista en Cuba para cambiar o luchar por ciertas cosas. Esta última parte me dio un bofetón en la sien un tiempo después. No me atraía la “idea” de ser periodista. Ni en un país como Cuba ni en ningún otro.

 

Entonces, esta ignorancia jugó bien en mi inconsciente. Y entré a la Universidad. Y estudié los cinco años una carrera que para colmo no satisfizo ni las más elementales verdades. De alguna manera descubrí en el camino, primero, que no tenía talante, pero miré hacia atrás en ese momento y vi derrumbarse el puente que había cruzado. Segundo, comencé a trabajar aún con ese montón de carencias e ignorancias. E hice cosas horribles. Escribí textos horribles.

 

Me gustaría decir que creía en lo que escribí, y que luego rectifiqué. Pero es incierto. No tenía la más mínima conciencia de lo que estaba haciendo. Como quien cava su propia tumba y solo se entera cuando está a punto de acabársele la última gota de aire. Erré. Y erré feo.

 

¿Cuál fue tu primer puesto laboral como periodista en el sector oficial/estatal?

 

Cuando me gradué fui a trabajar al semanario “5 de septiembre”. Soy de Cienfuegos. Estuve allí desde septiembre de 2010 hasta octubre de 2016. De enero de 2014 a marzo de 2015 estuve fuera por licencia de maternidad.

 

Recuerdo que cuando entré de licencia me “asignaron” la sección epistolar. Las personas enviaban cartas al periódico quejándose de X cosas y entonces uno investigaba y “supuestamente” respondía o denunciaba desde el periódico a quien fuera responsable. Una buena herramienta para trabajar con audiencias, pero pésimo manejo, claro, al final sabíamos de quién eran las culpas, pero el hecho se quedaba en un plano intermedio y la sección no era sino una catarsis patética.

 

¿Fue agradable o desconcertante?

 

No podría elegir entre “agradable o desconcertante” para calificar los procesos que allí viví. Hay demasiadas variables que influyen y que no tienen que ver con la práctica del periodismo en sí ni con la vigilancia del Departamento Ideológico del PCC.

 

Primero que todo me encontré con personas maravillosas. Algunas las conocía de antes. Otras eran prácticamente mi familia. Personas que quiero y admiro y a las que jamás me atrevería a juzgar o culpar por nada que me concierna. Lo agradable o desconcertante, digamos, no tenía que ver con esas personas; tampoco puedo hablar por ellas.

 

Pero hay una clara división de etapas en el tiempo que allí estuve. Y tiene que ver con el cambio de la dirección del periódico. Que coincidió, además, con mi “despertar” y mis “incomodidades” y mi hartazgo. Entonces, según lo veo, hay un proceso que comienza en lo individual y en el cual solo yo tengo la responsabilidad mayor. Y aquí incluyo todo lo aborrecible que escribí —lo que necesitaba decir sobre ello ya lo he dicho— que también influyó en que lo “desconcertante” no llegara de inmediato; salvo algunos guiños donde de manera extraoficial me hicieron saber sobre algún que otro titular que molestó a alguien en el PCC provincial.

 

Ese proceso prosiguió cuando —y señalo: desde una posición coherente y en consonancia con el medio donde publicaba— algún que otro texto (pocos) decían lo que se suponía no se podía decir porque no le convenía al país. O cuando mis intereses muy personales de hablar sobre literatura desde el periodismo, por ejemplo, fueron tratados con abulia —aunque esto lo considero un asunto menor y resultado de un proceso de desprofesionalización o alineación en la dirección de los medios de prensa—.

 

Pero entonces tampoco llegó lo “desconcertante”, sino el desencanto. La apatía. No estaba desconcertada. Estaba furiosa.

 

Y luego: me desanimaba. No tengo muchas anécdotas significativas. En realidad, la reflexión sobre lo que vivía en tiempo real ha llegado mucho después. Cuando me alejé. No viví procesos de enfrentamiento in situ. Cuando advertí que uno muy grande ocurriría —y frente a mi desgaste personal y mi apatía profesional— pedí la baja.

 

¿Podrías compartir una anécdota que lo ilustre?

 

Recuerdo un suceso. Me habían enviado a cubrir el cumplimiento de la zafra de uno de los centrales más “productivos” de Cienfuegos. Allá fuimos. El plan se cumplía con retraso y además hubo pérdidas. El central era una enorme boca de hierro corroído. Amenazaba con engullirnos, pero con tristeza. Era una boca triste. Los rostros de los trabajadores que debían mostrar un júbilo innombrable expresaban todo lo contrario: cansancio, aburrimiento.

 

La primera secretaria del PCC en Cienfuegos dio el discurso con motivo del “cumplimiento”. Y lo primero que dijo fue la cifra de las pérdidas. Y por ahí comencé mi información. Y fue lo primero que quitaron del texto. Y luego, cuando hablé sobre ello en una reunión con algún funcionario del Departamento Ideológico del PCC nacional —donde conminaban a todos los jóvenes del periódico a hablar y decir y manifestar asuntos como estos— terminé, junto a mis colegas, en una reunión punitiva donde nos cuestionaron haber ventilado detalles “internos”.

 

Pero insisto: considero esta historia muy nimia, más si la comparamos con todo lo que les sucedió a muchos periodistas jóvenes en otros lugares, episodios de verdadero terror. Si lo he contado es porque creo que, en el caso de Cuba, los desencadenamientos más profundos inician por algo nimio, algo intrascendente, una palmadita en el hombro un día, una sugerencia otro, una advertencia subidita de tono al siguiente. Hasta que asistimos a la implosión, a la negación de tu derecho de agencia, a la teatralidad y preponderancia estructural del sistema.      

 

¿Cómo combinaban estas experiencias profesionales con las esperanzas y ambiciones que tenías como estudiante?

 

La ambición que tenía como estudiante se centraba en la posibilidad de escribir y, al hacerlo, encontrar un espacio mínimo de realización personal, de crecimiento. Mi preocupación siempre ha sido la esencia del lenguaje, de la imagen del lenguaje, de la comunicación a través de formas no convencionales. Fui (soy) muy mala reportera. No le “caigo” detrás a las noticias, ni me emociono por los “palos periodísticos” ni me place hacer reportajes.

 

Entonces, en lo poco que hice, lo que me interesaba era la estética del lenguaje. Y una comprensión del periodismo desde allí, que es lo que me preocupa, también tiene “choques” de ejercicio en Cuba. Pero digamos que, en ese momento, no tenía ambiciones semejantes a las de revertir la salud del periodismo en la Isla. Creo que aún no las tengo. No creo que se pueda revertir.

 

Y la lucha —no como me dijeron una vez— desde dentro es casi imposible hasta que no se habiliten otra serie de elementos y circunstancias que permitan la libre y plena realización y garantías para quienes la enfrenten. Y eso no va a suceder con el diseño de Estado y de Gobierno, ni con una esfera pública estatalizada donde los medios de prensa —por mucho que se desee— no tienen ni un ápice de independencia y forman parte del articulado de mensajes y propagandas partidistas.
 

¿Podrías describirme tu trayectoria como periodista a través del tiempo (tanto en el sector oficial como en el sector independiente y tanto en Cuba como en el extranjero)?

 

No considero que haya hecho periodismo en Cuba. No creo que sea “buena” periodista. Es una dicotomía terrible y tremenda. Es una habitación a la cual entro y salgo y de la cual tomo lo que creo, pero me resisto a vivir allí. Lo que sí es lógico, de cualquier labor que se adiestra y mejora con la práctica, es que con el paso del tiempo la escritura se perfilara un poco. Solo eso.

 

¿Cuáles han sido los medios con que has publicado y como ha ido cambiando tus colaboraciones periodísticas?

 

En Cuba, de 2010 a 2018, publiqué en el 5 de Septiembre (donde trabajaba), también lo hice en la página web de la Asociación Hermanos Saíz (AHS), en Juventud Rebelde, Cubaperiodistas, El Caimán Barbudo, La Jiribilla, Alma Máter, en Ariel (revista del Centro Provincial del Libro de Cienfuegos), en Renacer (revista de uno de los proyectos de Cáritas Cienfuegos), en la web de Cáritas Cuba y escribí para Cubaemprende Cienfuegos.

 

De 2018 hacia acá he publicado en El Toque, El Estornudo, Letras Libres, Diálogo Político, Diario de Cuba, DEMOAMLAT. El cambio en las colaboraciones ha sido completo, metamórfico, tal cual he vivido yo esos mismos procesos. La escritura, a fin de cuentas, es una extensión de uno mismo, una extensión de la comprensión y del lenguaje con respecto a la realidad y a la circunstancia.   

 

¿Participaste en el fenómeno “blogger”? ¿Publicaste periodismo en OnCuba, Havana Times, Progreso Semanal u otro medio similar durante tu trayectoria hacia el periodismo independiente?

 

Tenía un blog cuando estaba en Cuba, pero no fui protagonista directa del “fenómeno blogger” aunque sí conocí e interactué con muchos colegas/amigos a partir de allí. No escribía periodismo en el blog, más bien una especie detestable de prosa poética. Solo publiqué dos textos en OnCuba.

 

Mirando atrás a tu propio desarrollo profesional y orientación política a lo largo de los años ¿cómo ha ido transformándose este desarrollo y esta orientación y por qué?

 

Desarrollo profesional es aún un sintagma que siento ajeno, refiriéndome al periodismo. Diría que mi desarrollo profesional empezó cuando me “cambié” a las ciencias sociales, un campo que adoro, asunto que no descubrí hasta 2018. Creo que lo que aún hago como “periodista” cambió porque lo hice yo en estos tres últimos años mucho más que lo que muté en los ocho anteriores.

 

La orientación política, sin mentirte, había sido —anterior a los “descubrimientos” más profundos sobre la realidad de mi país— una no-orientación, un vacío general, una ausencia de conocimiento muy profunda —de formación en artes, en literatura, en filosofía— que facilitaba, a su vez, el no-camino.

 

Aunque escribí textos que reprocho y aborrezco —y que otros no escribieron— no podría decirte que me movía una profunda convicción revolucionaria o alguna frase de similar catastrofismo; ello no me hace menos culpable, ya lo he dicho también. Ahora diría que mi orientación política apenas ha comenzado a orientarse. Al menos tengo claridad. Al menos nadie me dirige, ni me esconde libros (o sucesos) de los estantes.

 

¿Hubo un momento de ruptura o despertar o fue más un proceso lento y largo de distanciamiento e independencia? 

 

No hubo una ruptura específica, más bien un despertar paulatino, un proceso desencadenándose en el tiempo. Espero que, al final del viaje, como Octavio Paz, pueda decir: “no todo es maldad en el hombre. El nido del mal está en su conciencia, en su libertad. En ella está también el remedio, la respuesta contra el mal; (…) luchar contra el mal es luchar contra nosotros mismos. Y ese es el sentido de la historia”.

 

En 2011, el escritor cubano residente en Londres Juan Orlando Pérez publicó una reflexión en su blog Juan sin nada titulado: “Profesión, periodista. Cubano. Perdón”[2] donde dice que ser periodista en Cuba es la receta perfecta para una vida profesional de una “espesa insatisfacción” y “tremenda frustración”. Al mismo tiempo, describe los dos años que trabajó en La Tribuna de La Habana como los más felices de su carrera. Basado en tu propia experiencia, ¿cómo entiendes esta descripción contradictoria de Pérez?

 

La contradicción, creo, puede localizarse en algo que dije antes —al menos en mi caso—. El desempeño del periodismo o del periodista no puede verse o estudiarse como variable aislada. Influyen procesos, constantes, personas, hay subjetividades, individualidades y complejidades que derivan de todo lo anterior. No hay alguien enfrentándose todo el tiempo a las censuras y a las incomprensiones, porque si no uno muriera espiritual y físicamente en el segundo después en el que ha entrado en una redacción.

 

Uno también se ríe, disfruta e intenta vivir, a pesar de... Y siempre hay lectores que te leen. Y cuando un poquito de personas emplean su tiempo en leerte, eso es satisfactorio. O sea: el ser humano de desagrega en muchas dimensiones, es cierto que para el que quiera practicar el periodismo como Dios manda habrá “espesa insatisfacción” y “tremenda frustración”; pero eso no lo es todo, uno tiende a buscar acomodos, justificaciones —que en muchos casos no justifican otra cosa que la incapacidad para hacer algo diferente, para salir—, a ceder por allá para hacer algo por acá.

 

No digo que eso esté bien o mal. Digo que ahí puede radicar la dicotomía entre estar frustrado en lo profesional y aun así trabajar en un lugar donde se puede ser feliz, y es por las (algunas) personas que te rodean, insisto. Hay que entrar luego a evaluar, según cada cual, hasta dónde esa balanza se mantiene equilibrada o termina por golpearte un día, a oscuras, en mitad de la espalda.

 

De manera general continúo la confluencia con Gastón Baquero, para mí el periodismo cotidiano puede ser deplorable para el espíritu y gasta y vuelve roma la sensibilidad de un artista, de un pensador, de un poeta. Y de eso siempre he huido. O lo he intentado.

 

¿Cómo y por qué decidiste dejar el periodismo oficial y lanzarte como periodista en los medios independientes, fuera de las instituciones del Estado?

 

No dejé el periodismo oficial para trabajar en los medios independientes. Pedí la baja en el periódico luego de una reunión donde dijeron que sabían que había una persona en la redacción colaborando con los medios independientes y que si lo cogían lo iban a botar como a un perro. Y yo estaba colaborando con El Toque y había publicado dos textos en OnCuba. No lo hacía con mi crédito. En OnCuba utilicé un seudónimo: Lena Almeida y en El Toque publicaba junto y con el nombre de una persona que prefiero no revelar.

 

¿Entonces, al final, saliste por voluntad propia o te expulsaron?

 

Salí por voluntad propia.

 

Estuve, luego, un año trabajando en la Oficina del Conservador de la Ciudad de Cienfuegos y después otro año en la Universidad de Cienfuegos (UCF). A la par, durante esos dos años, también trabajaba en Cáritas y en CubaEmprende. Para ambos lugares, escribía, lo cual me consumía casi todo mi tiempo y mis energías.

 

¿Fue una decisión rápida o un proceso de concientización más largo?

 

La decisión en realidad fue muy rápida y muy objetiva en respuesta a lo que sucedió, pero claro que se trató de un proceso de concientización un poco más largo. Un proceso tras el cual ya tenía bien claro todo lo que no quería hacer, de lo que no quería formar parte y lo que no quería aguantar o ceder. Además, ya vivía en la herejía.

 

¿Cuáles fueron las reacciones de las personas y los medios con quien trabajaste en el sector estatal?

 

Las reacciones fueron variadas. De casi todos mis colegas, en esencia, hubo tristeza. Uno construye cofradías, por lo general, allí donde trabaja, y romperlas no es un suceso exento de dificultades emotivas. La mayoría de mis colegas, además, sabían que el periodismo “no era lo mío”, así que también hubo alegría por esa parte. Nadie me negó la baja y cuando se la planteé al director solo hubo preguntas sobre porqué lo hacía, pero nada más. Preguntas a las que no respondí con sinceridad.

 

¿Cuáles fueron los costos y beneficios de esta decisión?

 

Todos fueron beneficios en la decisión. Seguí escribiendo, más o menos, lo que quería. Si presiones, sin planes, sin cargas periodísticas.

 

¿Qué opinas de la prensa oficial?

 

Opino que es un hoyo profundo en el cual muchas personas inteligentes están todo el tiempo intentando construir una escalera para subir a la superficie. Y justo cuando avanzan unos peldaños les dan un golpecito en la cabeza y luego serruchan un trozo de madera. Hasta que un día se cansan y mueren y se liberan o se acoplan al sube y baja y a los golpes.

 

No sé si en algún momento se darían cuenta que nunca van a lograr ver la luz. No sé si se darán cuenta que de los hoyos solo emerge una voz uniforme que repite y repite hasta el cansancio una realidad paralela que jamás ha existido.

 

Opino que —en aspectos generales, porque siempre hay sus excepciones— solo ha deformado más a la profesión y solo ha contribuido al discurso homogéneo, a la repetición de agendas partidistas, quiéralo o no, ha sido cómplice de la construcción de una historia civil y social alejada de la veracidad, alejada de las minorías y del lado del poder. Al poder nunca se ha enfrentado y eso es lo fundamental. Por lo tanto, no es más que maquillaje.

 

¿Cómo podrías describírmela?

 

La describiría como un ente monolítico. Inamovible. Preso de la propia estructura del sistema. Víctima también, y responsable. Resultado de los procesos de institucionalización de inicios de la Revolución de los cuales no escapó nadie. Con una agenda partidista que violenta los procesos naturales y la asfixia.

 

¿Es monolítica o tiene luces y sombras?

 

Luces y sombras hay en todo. Sí, tiene sus luces. Pero no ilumina. Al final, solo ayuda a proyectar la sombra.

 

¿Qué es lo que diferencia fundamentalmente al periodismo independiente del periodismo oficial?

 

La diferencia fundamental entre el periodismo oficial y el independiente está en que este último desafía al poder y a la mala gestión institucional en Cuba; y eso es impensable en el otro. Se permite, además, regresar sobre la historia, re-narrar los procesos, ser plural, presta atención a la agenda ciudadana, no está obligado a la propaganda y a las loas, a celebrar las efemérides, a hacer guardias, a realizar cañones informativos y twitazos.

 

¿Cómo comparas sus condiciones de trabajo?

 

Las condiciones de trabajo, desde mi observación, menos desde mi experiencia, son opuestas. En el oficial la rigidez impera y los periodistas con su salario no pueden comprarse ninguna herramienta de trabajo para que sea suya y no un medio básico, y eso es tremendo. Es tremendo tener que escribir tu nombre en una lista para ver cuándo el PCC decide asignarte un teléfono, una grabadora, cuando te presta un medio de transporte, cuando te vende ropa o te facilita comprar un poco de arroz y carne por fin de año.

 

El entramado lo incluye todo. Es tu vida profesional, pero es una misma, toda, en el desbalance, en la trampa. Y todo ello significa una sola cosa, o genera: compromiso, fidelidad. Y eso es inaceptable en el periodismo.

 

En el independiente hay un centro, pero no te asfixia. Y hay soltura y correspondencia entre tu trabajo y tu ganancia.

 

¿Cómo comparas sus habilidades de apoyar o facilitar el periodismo?

 

En el oficial no hay apoyo al periodismo, no hay facilitación de nada.

 

En el independiente hay sobre todo retos y uno se esfuerza por estar, porque lo que se produce no viene por agenda, no declina lo importante por las obligaciones. Hay un respeto por el mensaje y por la forma y por la ética y por los objetivos y por la autonomía. 

 

A tu juicio o en tu experiencia como periodista y como lector, ¿Cómo describirías el ecosistema o el espectro de los medios independientes cubanos?

 

Como ecosistema al fin, el de los medios independientes cubanos está constituido por organismos vivos, interdependientes, que se relacionan en un medio “físico” en común. Lo creo muy necesario. Más cuando la oficialidad gubernamental en Cuba confiscara la esfera pública —pos59— y con ello el derecho fundamental a la existencia de la prensa libre, suceso que inhibió, además, el proceso de formación de la opinión pública, de un público raciocinante y de la publicidad —esta última conceptualizada desde Habermas— que debiera impulsarse desde una esfera privada.

 

Los mass media se configuran como los medios del espacio público; pero en Cuba se convirtieron en un brazo del aparato estatal —o una pierna, si se quiere— y fue imposible que la pluralidad individual de todos los ciudadanos estuviese representada por esos medios que solo respondieron (y responden) a designios y órdenes estatales.

 

Entonces, esa pluralidad, ha faltado en los medios del espacio público en Cuba, por lo que siempre defenderé a la prensa independiente —pluralidad que ayuda a contrastar y a emular las maneras más eficientes de ejercer y representar a la profesión—. Con esa pluralidad pueden llegar otros elementos añadidos, pero que tocará a las audiencias —y a los otros medios mediante su trabajo— dilucidar y desentrañar mediante, sobre todo, el prestigio, el rigor y la credibilidad. La verdad, como la mentira —entendida como falseamiento de la realidad en este caso—, se muestran (o se mostrarán) bajo su propio peso.

 

¿Cómo se distinguen entre sí y cuáles son las características que los unen y cuáles son las características que los diferencian o separan uno del otro?

 

Se distinguen entre sí, estos medios, por sus metas, por los públicos a quienes quieren llegar, por el trabajo que los identifica (breaking news, o periodismo narrativo o periodismo de investigación, etc.), por los profesionales que en ellos trabajan y colaboran, por los impactos que generan (en órdenes tan variados como el social, la agenda setting, contenidos utilitarios, etc.). Y los une el ejercicio legítimo de la libertad de prensa, el deseo o acaso la necesidad de contar un país desde el único lugar donde puede hacerse: en oposición (y confrontación) al poder.

 

¿Para ti, hay una diferencia entre los que se denomina(ba)n “alternativos” y los llamados “independientes”?

 

No observo una especial diferencia entre lo “alternativo” y lo “independiente”, no creo que el foco, la importancia o no, pase por el nombrar, por la etiqueta.

 

Como graduada de Periodismo, es probable que tengas amigos y colegas que siguen trabajando en el sector oficial mientras tú y muchos otros han optado por el sector independiente. En tu opinión, ¿Hay algo en particular (profesionalmente, personalmente o políticamente) que distingue los que se quedaron trabajando dentro de la oficialidad de los que se fueron?

 

No es este un tema que me sea cómodo o agradable. Tampoco tengo la verdad sobre ello. Es un asunto que también me atormenta y me preocupa y me he interrogado a mí misma —como tú lo has hecho ahora— sin obtener respuestas o certezas.

 

No me atrevo a caracterizar (ni profesional ni personal ni políticamente) a los amigos y colegas (y los que no son ni uno ni lo otro) que aún trabajan dentro de la oficialidad, ni a afirmar que por esta característica personal o aquella profesional hacen una cosa u otra y que eso los diferencia de quienes nos fuimos. No sé si algo los une y esto otro los separa. No sé por qué quienes llevan más tiempo y han vivido experiencias significativas (de censuras, de “regaños”, de silencios) continúan allí. No sé por qué hay quienes mienten y hunden —a no ser por vileza intrínseca—. No sé, en específico, qué los mueve ni qué los soporta ni qué los escuda ni qué los hace resistir —desde un espectro de lo sincero, no desde la propaganda barata—.

 

No creo, tampoco, que sea una cuestión única, identificable a un nivel básico y sin complejidades. Es una madeja horrorosa, la verdad, donde están involucrados elementos estructurales y emocionales que comparten un cimiento de control exitoso. Está la individualidad de cada cual, además; y aunque entiendo que no habrá un resarcimiento sano para quienes hacen lo erróneo, me resisto a rendirme ante la ignominia plena —hablo aquí en un nivel individual del asunto—.

 

Entiendo que existen errores que desde ciertas profesiones no pueden permitirse, porque ello atentaría contra tu moralidad, tu prestigio, tu ética, tu respeto, tu capital simbólico, tu significación. Eso debería estar en el centro de la reflexión de los “distingos” entre unos y otros; creo que esa verdad, esa percepción, ese futuro debería preocuparle a todos los que deseen conservar un ápice de deontología periodística.

 

De la misma manera, debes tener muchos colegas periodistas (independientes) quienes han optado por seguir practicando el periodismo desde adentro mientras tú has ido del país. En tu opinión, ¿Hay algo en particular (profesionalmente o políticamente) que distingue los que se han ido de los que se quedaron trabajando dentro del país?

 

No lo sé, Ted. Te puedo confesar por qué me fui, pero no creo que esa cuestión “identifique” o “distinga” a plenitud a quienes están dentro o fuera. Para eso tendríamos que comparar cada una de las respuestas que obtengas con esta misma pregunta —de quienes están dentro— y validar un poquito de interpretación al respecto.

 

La palabra “optar” también me genera un poco de ruido. Puede que sí, que algunos hayan “optado” por practicar el periodismo dentro y puede que, en realidad, no les quedara más remedio. Puede que otros “optaran” por irse y puede que a muchos no les quedara ninguna otra solución intermedia. Creo que hay que individualizar las historias, contarlas desde lo particular y luego integrarlas en el común denominador que poseen.

 

En mi caso, la variable “periodismo” no era una independiente, dependía de otras, tan básicas y tan mundanas como ser capaz de comprarle un par de zapatos a mi hijo y a la vez poder comer ese mes o no dormir en un colchón con un muelle roto que me hincaba en las noches.

 

Si tú vives fuera de Cuba, ¿A qué se debe tu decisión de emigrar?

 

Mi decisión de emigrar se debió a un ahogamiento profundo de todo horizonte, laboral y personal en Cuba, y a la posibilidad de realizarme de otras maneras. Se debió a un hondo cansancio, a una decepción, a un asco, a una incomodidad, a una incompatibilidad. A una negación de tener que esconderme para escribir, o escribir lo que no quería o no esconderme y enfrentar la represión que pudo llegar. A una repulsión de que mi hijo recorriera los caminos doctrinarios de la enseñanza.

 

¿Te identificas como emigrado o exiliado u otra cosa?

 

Me identifico, como dijo Brodsky con, “lo que se ha dado en llamar —a falta de una palabra mejor o de un nivel más alto de piedad— migración”. Pero en el caso cubano todo eso se funde y se mezcla en un solo concepto o asignación, que es otra forma de decir: desgracia. Uno emigra y se exilia, se exilia y emigra.

 

Entonces, esa condición que llamamos exilio, dijo también Brodsky, “reclama todavía una explicación más completa; una explicación que, memorable por el dolor que conlleva, debe ser reconocida por su fastidiosa infinitud, por su condición de olvido, separación e indiferencia, por sus terroríficas facetas humanas e inhumanas para las cuales no tenemos más criterio que nosotros mismos”.

 

¿Has podido seguir trabajando como periodista fuera del país? ¿Cuáles son los desafíos de cubrir temas cubanos estando en el extranjero? ¿Cuáles son las ventajas?

 

He regresado a trabajar como “periodista” una vez que terminé de estudiar. Pero no considero que haya hecho nada reseñable que impondría un desafío diferente por estar fuera de Cuba.

 

Eres periodista, pero ejercer el periodismo fuera de la oficialidad en Cuba te convierte en una suerte de “disidente” en los ojos del Estado aun cuando esta no es tu intención. ¿No? Para ti, ¿cuál es la diferencia clave entre un periodista independiente y un disidente, opositor o activista?

 

El Estado, es cierto, convierte a los periodistas independientes en disidentes de facto. Y existe aquí un universo variado y heterogéneo, además, y el Estado coloca en un mismo recipiente a todo el mundo. Lo cual deviene estrategia perversa. Pero emerge una cuestión muy puntual y que no ha podido rebatir la oficialidad cubana, y es la veracidad.

 

Los textos de Jorge Carrasco, Mónica Baró, Carlos Manuel Álvarez, Julio Batista, por ejemplo, que han obtenido premios internacionales, no les han sido entregados por disidentes, sino por haber realizado un trabajo periodístico de rigor. ¿Dónde está la mentira ahí? ¿Dónde la falsedad? En ningún sitio.

 

Eso desmorona y desvirtúa toda pretensión descalificativa por parte del aparato gubernamental cubano. La salida más simple y más accesible a la liberación de la mentira, escribió Solzhenitsyn, descansa en no colaborar con ella; “aunque la mentira lo oculte todo y todo lo abarque, no será con mi ayuda”.

 

Entonces hay un error de base y un terror que se instaura. Una narración “no oficial” de lo que sucede no puede ser, per se, disidente o contrarrevolucionaria, mucho menos opositora o activista. El buen periodismo no es activismo. El que lo haga está incumpliendo con la profesión.

 

Para reportar no se pueden confundir los planos objetivos de la vida. Tampoco para hacer ciencia, por ejemplo. No significa esto que la pasión no esté, que nuestras convicciones y creencias no estén. Pero hay que tener mucha claridad y mucho cuidado para no mezclar las cosas.

 

Hay que desarrollar, y me apoyo aquí en C. Wright Mills, una cualidad mental que ayude a usar la información y a desarrollar la razón para obtener recapitulaciones lúcidas de lo que ocurre tanto en el mundo como en el interior de nosotros mismos. Cualidad a la que Mills nombró: imaginación sociológica. Y esa tarea y esa promesa que constituyen a la imaginación sociológica —de captar la historia y la biografía y la relación de ambas dentro de la sociedad— la observo hoy, hace un tiempito, en buena parte del periodismo independiente, no en la prensa oficial.

 

¿Es posible ser ambas cosas al mismo tiempo?

 

No quiere lo anterior decir que la persona cuya profesión sea el periodismo no pueda ser una activista o un opositor, fuera de su trabajo; quiere decir que a la hora de hacer periodismo tiene que ser lo suficientemente capaz, maduro, coherente y sabio para que su militancia no influya en su ejercicio reporteril. Ahí está la diferencia clave. Si descubre que está mezclando ambas cosas, lo mejor será apartarse.

 

Ahora, dudo que los entes decisores del Gobierno cubano dejen (o puedan) un ápice de espacio para ninguna de estas u otras reflexiones similares. Para ellos existe un pecado fundamental y es el de atreverse a decir, pensar y escribir fuera de lo que dictan las agendas partidistas o con la independencia de criticar y señalar a fondo su gestión política, cívica, social, cultural, educativa... Y es que se trata de una lucha de poderes, en un terreno donde lo estatal tiene mucho o todo que perder.

 

La lucha de un hombre contra el poder, dijo Kundera, es la lucha de la memoria contra el olvido. Y hay muchas batallas en este escenario que van de eso: de memoria y de olvido.

 

El periodismo independiente cubano siempre se ha nutrido del trabajo de periodistas autodidactas o “periodistas ciudadanos”. Para ti, ¿la distinción entre periodistas independientes “profesionales” (con títulos universitarios y experiencia en el sector oficial) y los autodidactas tiene relevancia o importancia?, y si es así, ¿en qué sentido?

 

No, para mí no tiene relevancia ni importancia. De hecho, tengo un problema —aversión— conceptual y formativo con el periodismo. Creo que los buenos periodistas lo son por cuestiones que nada tienen que ver con el periodismo per se. Y hay grandísimos periodistas que jamás lo estudiaron.

 

Durante un tiempo se enfatizó el hecho de que algunos blogs y después medios independientes se hicieron “desde Cuba” mientras otros se hicieron “desde afuera”. ¿Para ti, todavía tiene importancia o significado o relevancia esta distinción dada la realidad cada vez más “trasnacional” del periodismo y de la nación cubana?

 

Sabemos que el desarrollo de los medios de comunicación conforma una parte integral del surgimiento de las sociedades modernas. Que la expansión de las redes de comunicación y el flujo de informaciones han sido progresivas, y que estas cada vez más, desde el siglo XIX, han tenido un alcance global. Sabemos que el uso de los medios de comunicación crea nuevas formas de acción e interacción en la sociedad y nuevos tipos de relaciones sociales. Y sabemos que el uso de los medios trasforma la organización espacial y temporal de la vida social y que estas formas nuevas de interacción y de poder que crea están disociados del hecho de compartir un lugar común. Y sabemos que en toda esta evolución también se ha producido una renovación de las tradiciones, una diáspora cultural y fuentes de identidad que están desvinculadas de ubicaciones espaciales concretas.

 

Entonces, seguir pensando en un modelo como el ágora griega para que se efectúe la comunicación cara a cara, es inconsistente. Por supuesto que esto no funciona con todos los géneros periodísticos. Para ciertos trabajos se necesita —aunque no es imperativo— estar in situ; pero ello no cancela por completo a lo que se realiza “desde afuera”.

 

En todas partes del mundo el modelo de la financiación de los medios está en crisis. En Cuba, además hay un discurso oficial de que los medios y periodistas independientes son realmente “subversivos” y “mercenarios” porque cuentan con financiación alternativa. ¿Podrías hacer una valoración personal de cómo tu negocias en este contexto?

 

Esta calificación que hace el Gobierno cubano de subversivos, mercenarios, contrarrevolucionarios —además de que es en extremo peligrosa— y para la cual solo se basa en el financiamiento, es tan torpe y absurda como el esposo que bota el sofá de la casa pensando que así terminará la infidelidad.

 

Lo primero que tiene que estar sobre la mesa de discusión se ubica en lo que ya he comentado sobre la veracidad, la verdad y la mentira. Al Gobierno cubano le molesta el financiamiento extranjero, pero le sirve para justificar su ataque sin argumentos mayores y sin entrar a discutir y responder todos aquellos señalamientos que desde la prensa independiente se le hace y de los cuales tiene una real responsabilidad.

 

Por otro lado, lo que veo es a personas y profesionales brillantes que, desde la Isla, en algún momento, lograron un modelo funcional y sustentable de negocio y que, de ser admitidos y legales, estuvieran en condiciones de pagar su contribución fiscal y ser independientes de la subvención estatal. Pero claro, esto es impensable.

 

El factor político e ideológico, la lucha por el poder y por lo simbólico son las claves mayores en esta ecuación. Y el Estado en Cuba es dueño de todos los poderes: el económico, el político, el coercitivo y el simbólico. Ceder significaría perder, pero también el desmonte de su mala gestión.

 

Creo que mientras se ha trabajado de manera rigurosa, sin mentir, apegado a la verdad, a la ética de la verdad y de la justicia, sin ningún objetivo o motivo antisoberanista, mientras se ha escuchado a las víctimas y se ha colocado todo en contexto y no se ha permitido la presión —indicaciones sobre lo que tienes o no que escribir— ni la censura, no debería haber vergüenza en cobrar por ello.

 

¿Cuáles son algunas de tus estrategias para navegar dentro de este contexto extremadamente polarizado y politizado?  

 

No sé si tenga estrategias bien determinadas para navegar en este contexto. Lo que creo tener es la convicción que antes narré. Lo que tengo es la certeza y la paz de trabajar sin mentir y contra los poderes absolutos y autocráticos o despóticos que, sabemos, no son el camino hacia la democratización —con sus más visibles defectos—. Y ese trabajo no es mero capricho, ni activismo, ni berrinche; ese trabajo lo hago también desde la ciencia, con datos, teorías, triangulaciones, metodologías, sistematizaciones, interpretaciones y resultados. Los que continúan cerrando los ojos y patalean sobre el pantano, sabemos, son los responsables.

 

Cuba tiene una historia larga de censura y autocensura de la prensa (incluso antes del triunfo de la Revolución). ¿Profesionalmente has sufrido la censura o has tenido que ejercer la censura o la autocensura?

 

No ejercí la censura. La autocensura, claro, incluso, quizá, sin tener conciencia plena. Es un aditamento que de manera invariable se incorpora, para mal, en la metodología del comportamiento en Cuba. Censura sufrí, aunque no de manera muy marcada o abierta o constante, y eso también tiene que ver con qué era lo que escribía y lo que no. Recuerdo la historia del central que te mencioné en otra respuesta y una crónica de Martí que me dijeron estaba un poco fuera de tono o era inapropiada, algo así.

¿Hasta la fecha, cuál ha sido el impacto del auge del nuevo periodismo independiente digital en Cuba?

 

El impacto, escribiéndolo de manera muy somera y esencial, es el de ser el contrapeso a la hegemonía estatal, que nunca ha sido saludable. El de visibilizar lo que el poder quiere que se oculte. El de dar voz a las víctimas. El de desmantelar la narrativa oficial, que sabemos contiene sesgos horribles, olvidos, desmemorias. El de contar y hacerle llegar a las personas una realidad consecuente, despojada de las loas infinitas, de la propaganda.

 

¿El periodismo independiente tiene futuro en la Isla?

 

Predecir sobre si habrá o no futuro para el periodismo independiente en la Isla, creo que permanece en el terreno de las especulaciones. De continuar todo como hasta ahora, pienso, solo habrá más represión, más inmovilismo y más prohibiciones.

 

¿Qué se debe cambiar para que tenga más o mejores posibilidades de existencia y éxito?

 

¿Cambiar?, creo que hay que cambiarlo todo. O al menos la creencia del poder de que el Estado, el Gobierno y las instituciones revolucionarias son sagradas. El inmovilismo, la burocratización, la ignorancia, la verticalidad del saber, la hegemonía sobre la información y las comunicaciones.

 

Y colocar entonces, en este entramado, el respeto por los derechos humanos, uno verdadero, el respeto por la pluralidad y por el rigor de quienes trabajan con el oído pegado en la tierra y no en las nubecillas del poderío desde donde se desconocen las realidades y las verdades. Ese camino del poderío, tan ajeno, tan insulso y tan disfuncional, queridos todos, no conduce a otro sitio que no sea a la no-salida del callejón. 

 

¿Qué sabes de la historia del periodismo independiente cubano antes del nuevo movimiento digital actual?

 

No conozco a profundidad y con precisión todo detalle de la historia del periodismo independiente cubano pos1959, pero sí lo he estudiado; a destiempo, por supuesto.

 

¿Quiénes fueron los pioneros del periodismo independiente en Cuba?

 

Conozco sobre las primeras agencias noticiosas que se fundaron hacia finales de los ochenta —la Asociación de Periodistas Independientes de Cuba y la Agencia de Prensa Independiente de Cuba— y las dos agencias emblemáticas de la década de los noventa: Habana Press y la Cuba Press de Raúl Rivero. Algo sobre la Sociedad de Periodistas Manuel Márquez Sterling. Quizá los episodios alrededor de la Primavera Negra son más conocidos y luego muchísimos nombres, agencias, asociaciones o proyectos poco resarcidos y sistematizados en esa historia de la prensa independiente. Reinaldo Escobar, por supuesto y más adelante el fenómeno blogger y digital.

 

¿Te identificas con esta historia como parte de tu propia historia profesional ahora que eres un periodista independiente también?

 

Diría que me identifico con la historia personal, con el decoro, la fuerza y el ímpetu de contar lo que no deseaban que contaran; con el deseo de romper el silencio, el ahogamiento.

 

Si pudieras recomendarme algunos artículos que has publicado que son representativos de tu trabajo periodístico a lo largo de tu carrera, ¿cuáles serían?

 

1. La serie de entrevistas en El Estornudo, “La censura silenciosa”, 2020-2021.

 

2. Mi “Declaración sobre todo lo que he escrito” en El Toque de julio de 2020.

 

3. Un artículo que escribí para Cáritas Cuba, “La noche que en Caracusey el agua rozó el techo”.

 

4. “Cuba y el 27N: el (frágil) milagro de la libertad”: Un artículo que acabamos de publicar Armando Chaguaceda y yo en Letras Libres el primero de agosto de 2021 sobre la emergencia de una nueva sociedad civil en Cuba a raíz del “artivismo” del Movimiento San Isidro y los acontecimientos del 27 de noviembre de 2020 y el grupo 27N.

 

5. Un artículo que publiqué en 2017 en El Caimán Barbudo sobre el libro Itinerario de Octavio Paz, “La escritura despierta o los pasos sobre Itinerario”.

 

¿Hay alguna publicación o entrevista tuya a la cual me podrías referir acerca del periodismo independiente cubano?

 

A principios de abril de 2021, Dainerys Machado me entrevistó por Instagram donde hablamos del enfrentamiento del escritor con el poder del Estado, que es el tema de mi serie de entrevistas en El Estornudo, “La censura silenciosa”. Incluye a autores como Abilio Estévez, Jorge Luis Arcos, José Prats Sariol, José Manuel Prieto, Enrique del Risco, entre otros.

 

Referencias

Chaguaceda, A., Cordero, M. (2021). Cuba: Radiografía de una emergencia. Letras Libres.

 

[1] Para más información visite: https://www.letraslibres.com/mexico/politica/cuba-radiografia-una-emergencia

[2] Para conocer más visite: https://juanopg.blogspot.com/2011/07/profesion-periodista-cubano-perdon.html

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