top of page

Raíces antiimperialistas de la Cuba prerrevolucionaria

TEMA: EL PERIODO PRE REVOLUCIONARIO 

Por: Stephany Castro García 

Noviembre de 2018

“Conozco al monstruo porque he vivido en sus entrañas.”

- José Martí

 

Desde la guerra de independencia con España, el gran sueño inalcanzable de la sociedad cubana ha sido la libertad; incluso, cuando creyeron haberla conseguido, luego del apoyo de Estados Unidos para vencer a los españoles en 1898, la sombra de la colonización frustró el deseo emancipador de los isleños y fue cultivando un ánimo revolucionario.

 

Mientras se reconstruía el orden interno, tropas estadounidenses ocuparon la isla hasta 1902, y a causa de ello, llegaron inversores, empresarios y multinacionales norteamericanas a impulsar la economía; sin embargo, sólo hasta el 20 de Mayo, luego de que el presidente T. Roosevelt permitiera las primeras elecciones cubanas, Tomas Estrada Palma fue elegido gobernante de la nueva Republica de Cuba. Al ser el candidato promovido por los americanos, la gente no estaba del todo satisfecha, casi que no tuvo competencia pues el otro contendiente se retiró a modo de protesta y, gracias a la Enmienda Platt -ratificada en la Constitución de 1901-, su gobierno perpetuaría la dominación económica, política y militar de Estados Unidos sobre la isla muchos años más. Con este primer resentimiento por una democracia y un capitalismo tutelado, los cubanos comenzaron a gestar un ánimo emancipador que daría frutos a mediados de siglo.  

 

Ante la incertidumbre socio política que provocaba el nuevo gobierno, la caña de azúcar llegó como salvación. Sin embargo, para suplir la creciente demanda del bien en el mercado internacional, fue necesario cubrir la mano de obra que había muerto en la guerra de independencia con migrantes. Así, Cuba se convirtió en la meca para trabajadores chinos, católicos de la Selva Negra de Alemania, españoles que salían desde Cádiz, la Coruña, Barcelona, y de muchos otros lugares más. La gran diáspora, trajo consigo trabajadores y desempleados en busca de nuevas oportunidades, y entre ellos, el padre de quien, medio siglo después, lideraría la más grande lucha insurgente en Cuba, a saber, el gallego Ángel Castro, padre  de Fidel Castro.

 

Bendecidos por las ganancias del White Gold, los empresarios y la elite blanca – descendiente de los españoles- creyeron tener el poder en sus manos y abusaron de los derechos de sus trabajadores, pero en 1906, conjugada con una crisis política a causa de los enfrentamientos entre los partidos, los liberales lideraron una revuelta que justificó una nueva intervención de tropas estadounidenses. Como Cuba no tenía Fuerzas Armadas, y estaba en legal vigencia la Enmienda Platt, la rendición era inminente; Estados Unidos depuso el colapsado gobierno de Estrada Palma y el poder fue entregado a la elite, conformada por los norteamericanos y españoles, blancos, dueños de las empresas. Sólo ellos podían hacer tratos con los estadounidenses, el éxito estaba en sus manos, y así, con multinacionales como la United Fruit Company, amasaron un gran poder de influencia política y económica tanto en la isla, como en toda la región. Sin plena autonomía económica y política, viendo su suelo explotado por industrias extranjeras, y la creciente desigualdad, se juntaron más motivos para alimentar el ánimo emancipador entre los jovenes cubanos.

 

El consumo de azúcar, que antes era, principalmente, de EE.UU, subió enormemente con la Primera Guerra Mundial. Viéndolo desde una perspectiva macro económica, la isla iba rumbo a convertirse en una de las primeras fuerzas del mercado, la demanda crecía al 5% por año, y el potencial de producción iba haciéndose más grande gracias a que largas porciones de bosque, plantaciones de café y más productos fueron sacrificadas para hacerle más espacio a la caña (Zanetti, 2008). Así, a 22 centavos la libra, las cientos de miles de toneladas de azúcar que producía y vendía Cuba, fueron haciendo a la isla un país mono productor, y animando a otros a unirse a la competencia. Para 1918, muchos querían endulzar al mundo y, cuando acabó la guerra y las rutas comerciales se abrieron, el mercado mundial se llenó de azúcar proveniente de Filipinas, Java, India, Puerto Rico y Brasil. Las “vacas gordas”, en Cuba, acabaron y los precios del bien cayeron a niveles tan bajos que la isla (mono exportadora) no podía soportar.

 

Sin azúcar no había país, la sociedad cubana se había desplomado económicamente, tanto los dueños de los cultivos como los cortadores de caña se quedaron sin trabajo, y la clase burguesa temía otra revuelta social. Con la crisis del azúcar, los cubanos, específicamente de sectores campesinos y rurales, continuaron guardando resentimientos y heridas: los trabajadores pasaron de la esclavitud de las plantaciones, a los abusos de poder de los generales blancos en las Fuerzas Armadas, y la clase media cubana sufrió la presiones sociales de la burguesía extranjera.

 

En 1924 se celebraron elecciones en Cuba y, el general Gerardo Machado, quien posaba como el salvador para la fuerte crisis que atravesaba el país, fue elegido presidente. Durante los primeros años de su gobierno la economía se recuperó, invirtió en infraestructura, redes telefónicas, radio, implantó un mayor control arancelario e impulsó obras públicas para controlar el desempleo. Sin embargo, el crack del 29 afectó a la isla y su gobierno se endureció, a causa de las tensiones en la sociedad activó grupos paramilitares, eliminó derechos civiles, políticos y laborales, y fue transitando a una dictadura. Así, entre manifestaciones y protestas, trabajadores, servidores públicos que habían sido despedidos, estudiantes, y un gran número de cubanos, calificaban su régimen como un “fascismo tropical”.

 

Fueron muchos los grupos de reacción que se alzaron contra Machado, sin embargo, el más importante, y que luego marcaría el porvenir de la isla, fue el conformado por los militares, entre ellos, Fulgencio Batista. Entonces, a causa de estas fuertes presiones sociales, de la insurgencia, de las fuerzas armadas y de la embajada de EE.UU, Machado renunció y dejó a los superiores militares a cargo del país. Aun así, en 1933, con un emotivo discurso a sus compañeros soldados, Batista impulsó la unión de las Fuerzas Armadas con los rebeldes y los instó a arrestar a sus Generales y Oficiales blancos como primer golpe. Luego, bombardearon por 3 días a los altos comandos que quedaban en Cuba refugiados en el Hotel Nacional, en La Habana, hasta que, junto con el embajador estadounidense, no tuvieron otra opción que salir de la isla.  

 

Entonces, la nueva estructura de poder que se formó en Cuba estuvo liderada por Ramón Grau, un médico activista y exiliado durante la dictadura de Machado, y que regresó ante su nombramiento como presidente. Sin embargo, su “liderazgo” no fue completamente autónomo, pues estuvo bajo la supervisión de quien lo nombró, Fulgencio Batista, y quien, así como él a Grau, fue cuidadosamente observado (desde lejos) por Estados Unidos. Años después, cuando se ratificaron políticas laborales y derechos para los campesinos en la isla, el embajador estadounidense fue enviado con un ultimátum; entonces, el espíritu de Batista cedió ante las presiones y removió a Grau del gobierno, anuló las políticas laborales y sociales que había promovido, y, en un corto periodo, instauró y removió tantos gobiernos como quiso. De nuevo, con el dominio de la política cubana, EE.UU recuperó el control perdido a causa de las revoluciones y aseguró sus intereses económicos.

 

Así, con la dominación perpetuada por la Enmienda Platt, por la burguesía extranjera dueña de las industrias, las presiones sociales durante el gobierno de Machado, y la poca autonomía política de Batista, esta historia de revoluciones y colonización, continuó cultivando heridas en la sociedad cubana, pero, sobre todo, un ánimo emancipador que tomaría forma con la Revolución liderada por Fidel; un revolución antimperialista y antinorteamericana.

bottom of page