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FORO CUBANO Vol 3, No. 24 – TEMA: PRENSA INDEPENDIENTE –

Los peligros de un país sin libertad de prensa

Por: Boris González Arenas

Septiembre 2020

Vistas

Acabo de leer el artículo de Claudia Padrón Cueto “Puja y pare tú sola: los peligros de un país sin partos humanizados”. Es un escrito sobre los déficits ginecológicos en Cuba. Cuando leo un artículo de esa naturaleza agradezco a la autora y a todos los que le permitieron escribirlo. Algunas de ellas, madres que se mecerán en el sillón, por el resto de sus días, con un hijo que nunca las reconocerá ni conseguirá articular una palabra.

 

La razón, en este caso, es la introducción de protocolos a nivel nacional que buscan enmarcar en estándares ideales, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la práctica del parto por cesáreas. Para ello es necesario reducir, de manera drástica, el número de cesáreas anuales que el país venía registrando. Entre las estrategias está sujetar las decisiones de los médicos a sus superiores, y ya sea porque resulta latoso, como porque lo más fácil, para entes de escasa humanidad, es evitar los procedimientos que necesitan consulta, las madres son obligadas al parto natural más allá de lo humanamente posible o sin la preparación requerida por parte del personal médico.

 

Los protocolos introducidos para ajustar las estadísticas del parto por cesáreas a las exigencias internacionales vienen a agravar, comenta Padrón (2020), un cuadro general de déficits humanos, profesionales e institucionales, que han convertido la acción de parir en Cuba en una experiencia dolorosa para muchas mujeres. ¿Qué sentir frente a un texto así? El artículo trae a mi memoria los partos propios. La recordación de que mi esposa parió dos veces sin llegar al número de tres contracciones cada diez minutos que en ambas ocasiones exigieron ginecólogos y enfermeros para no atenderla, con desdén, hasta tener casi a la niña y el niño delante de ellos.

 

Furia, no puedo dejar de sentirla porque en el comunismo los seres humanos somos convertidos en cifras y cuando estas no son favorables se manipulan groseramente. La grosería no está en la manipulación, que es una opción de todo funcionario despiadado en el mundo entero. Sino en el hecho de que las cifras se vuelven punzantes cuando, por seis décadas, las ajusta un sistema hegemónico que priva a la ciudadanía de acceder a los cargos públicos, que monopoliza la difusión de la información, y reprime los ímpetus ciudadanos por devolver civismo a las relaciones sociales.

 

Trae también a mi memoria la muy activa represión estatal contra los periodistas cubanos. El pasado 1º de octubre de 2020 Abraham Jiménez Enoa fue citado a una estación policial, allí lo esposaron y lo transportaron a Villa Marista, la escuela convertida en cuartel por los comunistas. Cuenta en su artículo titulado “Si esta es mi última columna aquí, es porque estoy preso en Cuba”, que “Uno de los tres agentes durante el resto del viaje, para obligarme a no levantar la cabeza, tuvo su brazo derecho haciéndome presión encima de mi cuerpo” (Jiménez, 2020).

 

Recuerdo que al periodista y escritor Yoe Suárez lo secuestraron el lunes 11 de mayo de 2020 y en un punto del camino “el mayor Armando me pidió que me vendara los ojos con un paño verde. No debía ver a dónde íbamos.” (Suárez, 2020). Que mientras me transportaban a mí el 9 de octubre de 2019 hacia un calabozo de le periferia habanera, unos militares disfrazados de policía en un auto disfrazado de patrulla –uniformes nuevos y asientos impecables los denuncian- me llevaban en una posición semejante a la de Abraham. De forma parecida, pero además golpeado y en plena madrugada, transportaron a Roberto Jiménez el pasado 23 de octubre de 2017 en una patrulla con tres policías –probablemente falsos- a la prisión de 100 y Aldabó. Allí lo tuvieron secuestrado y sometido a tratos crueles y degradantes por 21 días (González, 2018). La memoria, que no clasifica a la manera de los archivos, sale de la categoría Periodistas porque Roberto no es periodista, y si la represión no respeta fronteras mucho menos podemos exhibir veleidades gremiales quienes la adversamos.

 

Frente a un texto como el de Claudia Padrón, recuerdo el artículo “El día que me quise morir”, testimonio de la periodista y directora de “Periodismo de Barrio”, Elaine Díaz, acerca de su parto. Dice allí “Toda esa alegría y felicidad que había sentido en los centímetros del uno al seis (según la autora debía llegar a diez centímetros de dilatación vaginal para realizar el parto de manera natural) se habían esfumado. El médico estaba contrariado, no sé si conmigo o con mi vagina, pero los seis centímetros seguían allí. Ni uno más. Y tuvo a bien incluir un momento pedagógico en mi parto. Ya que yo no iba a parir pronto, ni me iba a cagar encima (lo cual es un buen síntoma antes de parir) le pidió a cada uno de los estudiantes que realizara el tacto. No me pidió mi consentimiento, ni me explicó el procedimiento. Solo sentí una, dos, tres, cuatro y cinco manos (contando las del médico) pasando por mi vagina...” (Díaz, 2019).

 

En “Puja y pare tú sola…” Claudia Padrón (2020) abunda en la experiencia de Elaine. Afirma: “En Cuba, además, las mujeres deben enfrentar solas toda la labor de parto y compartir un espacio reducido con otras pacientes, donde sufren tactos reiterados por más de una persona sin privacidad. Ellas no deciden casi nada en el proceso, muchas veces ni se les informa o se les pide consentimiento antes de la utilización de fórceps, por ejemplo. El curetaje uterino, después del alumbramiento, es sin anestesia” (Padrón, 2020).

 

En mi memoria, luego de una década de hacer periodismo, se siguen relacionando eventos con absoluta libertad. Cuando Elaine narra la sucesión de abusos que cometieron con ella en el Hospital, cuenta también de una mujer negra que, vestida de verde, le recogió el pelo en una trenza cuando la cadena de sufrimientos estaba por comenzar: “No sé su nombre, no sé a dónde se fue después de las dos de la tarde, solo la recuerdo cada día de mi vida como el mejor ser humano que conocí ese día. A veces creo que la imaginé. Como creo que imaginé que me quise morir. Pero ambas cosas sucedieron. La señora de la trenza y mis ganas de morirme” (Díaz, 2019).

 

La experiencia lastimosa de su parto la tuvo Elaine Acosta en el Hospital América Arias, más conocido como Maternidad de Línea. Allí trabajó, en el Departamento de Microbiología, desde 1984 hasta el 2009, Berta Soler Fernández, fundadora y líder de las Damas de Blanco. En una entrevista que le hice en el 2017, Berta respondió lo siguiente a mi pregunta sobre cuál de sus rasgos personales permitía anticipar a la líder política: “Yo siempre fui una mujer muy familiar. Además, decía que tenía que haber estudiado derecho, porque nunca me gustó el abuso con nadie, pero tampoco conmigo nunca abusaron”.

 

Pero Berta Soler, familiar y reacia al abuso hasta llegar al liderazgo de la más extraordinaria organización por la reivindicación del respeto al ciudadano que hemos tenido en mucho tiempo, no pudo ser la mujer negra que le hizo la trenza a Elaine porque en el 2018, cuando ella tuvo a su hija, hacía nueve años que la líder de las Damas de Blanco no trabajaba en Maternidad de Línea. Una de las razones por las que Berta Soler solicitó la baja laboral, fue por la presión paramilitar que se activó en su contra desde el primer momento que asumió la denuncia de la represión contra su esposo y preso político Ángel Moya. Una presión que doblegó a las autoridades de la institución, algunos de los cuales no tardaron en convertirse en una extensión de sus represores. No fueron todos, por suerte. En la entrevista que ha servido para este texto, dijo sobre una de sus colegas, Natacha Páez Costa, que “ella era la jefa del Laboratorio de Microbiología donde yo trabajaba. En 2004 tuvo que jubilarse. El Departamento de Seguridad del Estado presionó al director, Alejandro Velazco, para que sacara a Natacha porque me permitía a mí, que era una contrarrevolucionaria, estar allí. Ya Moya estaba preso. Ya yo era Dama de Blanco”.

 

Entre los males que sufrimos en Cuba está la intromisión del Estado y sus intereses en todos los aspectos de nuestra vida cotidiana. Las consecuencias son que se premia la deslealtad hacia la familia, los amigos, o el compromiso profesional, siempre que convenga a los afanes estatales. Cuando Elaine tuvo a su hija, más que nada estuvo rodeada de empleados leales al Estado, los leales a la vida han tenido que pedir la baja, como Berta, o han sido expulsados.

 

Recuerdo la historia de Reinaldo Escobar, fundador y jefe de redacción del diario digital 14ymedio, que fue expulsado en diciembre de 1988 del diario Juventud Rebelde. Los detalles relacionados a su expulsión y reclamaciones son descritos en los artículos “Veinte años de libertad o el verdadero rostro de Fantomas” y “Las muchas máscaras de Fantomas”. En el segundo de ellos precisa la reunión que sostuvo con Raúl Castellanos, entonces un funcionario encumbrado del Departamento de Orientación Revolucionaria del Partido Comunista de Cuba, al que había apelado su expulsión.

 

Cuenta allí: “…fue ante él que se deshojaron los últimos pétalos de mi inocencia política. Yo llevaba un arma secreta a aquella reunión: Un abultado sobre que contenía numerosos diplomas de periodista destacado y de trabajador de avanzada, los certificados de mis cursos de post grado sobre Marxismo Leninismo, los hago constar de miles de horas de trabajo voluntario, de decenas de movilizaciones en las tareas de la defensa, en fin, mis credenciales de revolucionario sin tacha, a quien se quería separar injustamente de las filas solamente por haber escrito lo que pensaba. ¿Te acuerdas, Castellanos, como pasaste tus dedos sobre los amarillentos documentos para decirme que muchos de esos papeles se inventaban en tu oficina y que otras personas que los poseían habían sido hasta fusiladas?” (Escobar, 2008). No mucho después de hablarle en tales términos a Reinaldo, Raúl Castellanos perdió su preeminencia cuando su jefe, el otrora poderoso Carlos Aldana, fue sustituido sin honores de sus cargos políticos y echado al gabinete de la irrelevancia (Vincent, 1992).

 

Claudia Padrón, la autora de “Puja y pare tú sola…”, conoce de estas intimidaciones por funcionarios encumbrados que pasan poco después, por destitución, al olvido. Cuando solicitó su baja del diario Granma a inicios de 2017, su director era Pelayo Terry Cuervo. Ella acababa de llegar de un taller de periodismo en el extranjero posibilitado por el diario digital El Toque, con el cual colaboraba. En una reunión con Pelayo Cuervo “él me dijo que El Toque era un proyecto armado por la CIA. Dijo cosas ridículas como que yo estaba en Granma para hacer caer al periódico, pero que eso no lo lograrían por la fortaleza de su periodismo. Yo estaba allí porque cuando terminas la universidad te ponen en un lugar a realizar el trabajo social” (Padrón 2020). Meses después de esta reunión, en noviembre de 2017, Pelayo Terry fue destituido, y en una escueta nota del diario que había dirigido hasta el día antes, se afirmaba lo siguiente: “Atendiendo a errores cometidos en el cumplimiento de sus responsabilidades, la Dirección del Partido decidió liberar como director del periódico Granma al compañero Pelayo Terry Cuervo” (Granma, 2017).

 

La lealtad a la profesión ha tenido costos elevados para muchos periodistas. En septiembre de 2012 Waldo Fernández Cuenca fue expulsado de Radio Reloj por aparecer un artículo suyo en Diario de Cuba. Por publicar en el mismo diario fue expulsado de Radio Sagua, la emisora de Sagua la Grande, Maykel González Vivero, director del diario Tremenda Nota, en el 2016. Desde el 2012 tenía problemas por llevar un blog personal y escribir periódicamente en el medio digital OnCuba. En agosto de 2016 fue expulsado de su trabajo, en Radio Holguín, José Ramírez Pantoja. El periodista había transcrito y publicado en su blog las palabras de una funcionaria del diario Granma acerca de la posibilidad de un estallido social si la crisis cubana se agravaba. Además de su expulsión, Ramírez Pantoja fue apartado de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC) por cinco años (Martinoticias, 2016). La UPEC es la organización oficial de los profesionales de la información, la única que da a los periodistas cobertura asociativa y a la que tienen bloqueado el acceso a los periodistas independientes. Separado también de la UPEC, de su puesto como profesor en la Universidad de Camagüey, y de la Unión de Jóvenes Comunistas, fue el periodista José Raúl Gallego en 2018, por publicar en la plataforma digital de CubaPosible, un centro de pensamiento que logró la extraordinaria colaboración de importantes intelectuales cubanos.[1]

 

La lealtad al Estado no es la única vía de deshumanización de las instituciones en dictadura. Otra variable, que azora cuando se constata su fuerza, es el miedo. A un extranjero podría sorprender la cantidad de testimonios que en “Puja y pare tú sola…” solicitan la protección de su identidad. No solo son madres que perdieron la posibilidad de criar hijos sanos, lo que ya escandaliza, sino también profesionales de la salud, que dan fe de las malas prácticas y sus resultados, luego de constatarlo en su día a día. Se puede leer allí, sobre las consecuencias del excesivo control sobre la realización de los partos por cesáreas, lo siguiente: “A raíz de que se aplicaran estas medidas ha aumentado en los bebés el nivel de asfixia, las parálisis cerebrales infantiles, hipoxia fetal y a veces la muerte” -dice una ginecóloga del extremo occidental del país que prefiere que su identidad quede en el anonimato.

 

¿Cómo se entera un Estado del efecto de sus políticas, si sus víctimas y los profesionales que deben encaminarlas, prefieren guardar silencio o hablar en calidad de anónimos? El miedo no es un miedo abstracto. Ninguna tiranía se sostiene sin blindar a sus instituciones, lo mismo de sus crímenes que de sus malas prácticas. Cuando el 9 de octubre de 2019 falleció la niña Paloma Domínguez Caballero luego de ser vacunada en un policlínico habanero, su madre, Yaima Caballero, comenzó una campaña denunciando las irresponsabilidades que provocaron el deceso. La campaña provocó que ella y su esposo fueran citados al Ministerio de Salud Pública a una reunión en la que hubo médicos y militares. Allí la amenazaron con ir a prisión por hacer falsas acusaciones. Su casa comenzó a ser vigilada. Sin haber guardado el luto natural por el fallecimiento de su bebé, Yaima y su esposo huyeron de Cuba. Una semana después de salir del país, un grupo de militares fueron a buscarla a su casa, una “imprecisión”, acerca de su paradero, que denota el interés oficial por disuadir al matrimonio de regresar (Mojena, 2019).

Intimidación semejante sufrió Cleida García Díaz, madre de una niña de trece años que fue violada por varios adultos el pasado 6 de septiembre de 2020. Según declaraciones de Cleida García, ella supo que, luego de haber detenido a algunos de los criminales, la policía los había liberado. Cuando fue a conocer las razones de la excarcelación, le explicaron en la estación policial que “fueron liberados por el problema de la COVID-19 y que los juicios están paralizados” Le advirtieron que “llevar el caso de violación a la prensa independiente o publicarlo en las redes sociales ´es contrarrevolución´ y que podría ir presa” (Rodríguez, 2020).

 

El artículo “Puja y pare tú sola…”, ha atizado mi memoria, y eso es un ejercicio subversivo bajo el castrismo. Es esa virtud la que hace de la libertad de prensa algo tan perseguido en Cuba. Se pueden deteriorar los indicadores de mortalidad materna e infantil, la evaluación profesional por sus resultados y no por su lealtad política no interesa, la solución a violaciones de niñas y adolescentes puede esperar; pero la persecución de periodistas y comunicadores se cumple con una rigurosidad pasmosa. Toda tiranía empobrece el lenguaje hasta transformarlo en sinónimo de la devoción al déspota. En un sistema así la memoria estorba, porque no hay nada como ella para avivar distinciones, para proyectar el aquí y el ahora por sobre sus rasgos más inmediatos, y conectarlos con una trascendencia que revela al déspota, con carácter inobjetable, su insignificancia. 

Referencias

 

Díaz, E. (2019). El día que me quise morir. El Toque.

Escobar, R. (2008). Veinte años después o el verdadero rostro de Fantomas. 14ymedio,

Escobar, R. (2009). Las muchas máscaras de Fantomas. 14ymedio.

González, B. (2017). Nunca me gustó el abuso con nadie. Diario de Cuba.

González, B. (2018). ¿Está vivo César Iván Mendoza Regal?  Diario de Cuba.

Jiménez, A. (2020). Si esta es mi última columna aquí, es porque estoy preso en Cuba.  The Washington Post.

Mojena, K. (2019). Amenazan con prisión a madre de la niña fallecida por vacuna en Cuba. Cubanet.

Nota informativa. (2017). Granma.

Padrón, C. (2020). Puja y pare tú sola: los peligros de un país sin partos humanizados. Tremenda Nota.

Rodríguez, L. (2020). Niña violada en Cuba: advierten a la madre que si difunde caso la acusarán de contrarrevolución. Adncuba.

Suárez, Y. (2020). La civilidad cansa: Crónica de una detención. Puente a la vista

Tribunal de Holguín ratifica expulsión de periodista. (2016). Martinoticias.

Vincent, M. (1992). Castro destituye al reformista Carlos Aldana. El país.

Rodríguez, L. (2020). Niña violada en Cuba: advierten a la madre que si difunde caso la acusarán de contrarrevolución. Adncuba.

[1] Excepto la información sobre José Ramírez Pantoja, el resto de los periodistas mencionados facilitaron la información directamente al autor del artículo

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