
FORO CUBANO Vol 8, No. 72 – TEMA: Estrategias para confrontar los procesos de autocratización en América Latina
El arte como formas de resistencia y construcción de memoria colectiva tras el estallido social de 11 de julio de 2021 en Cuba. El movimiento Patria y Vida
Por: José Angel Vega Licea
Abril y mayo de 2025
I. Acercamientos introductorios
El 11 de julio de 2021 (en adelante 11J) marcó un punto de inflexión en la historia reciente de Cuba. Miles de ciudadanos salieron a las calles en diversas ciudades del país para manifestarse pacíficamente contra la crisis sanitaria, económica, y la falta de libertades políticas y civiles; "si bien no existen datos oficiales sobre el tamaño de las protestas, algunos medios reportaron que 'miles' o 'decenas de miles' de cubanos salieron a las calles y hablaron del 'pueblo movilizado' (Bobes, 2024, p. 152)."
Las protestas, aunque fueron rápidamente reprimidas por el gobierno mediante detenciones arbitrarias, censura y violencia, los ecos de estas trascendieron las fronteras de la isla y se consolidaron en el imaginario colectivo cubano como un acto social de unidad cívica que retaba el poder estatal en busca de un cambio social. Tal como apunta Vázquez: "a través de la memoria las relaciones de poder se reproducen, pero también a través de la memoria... se puede engendrar su cambio" (Vázquez, 2021, p. 66). Es preciso acotar que una movilización de esta categoría no ocurría en Cuba desde el triunfo de la "revolución" el 1 de enero de 1959.
Dado que desde 1959 la sociedad cubana se había caracterizado más por el consenso que por la contención y la acción colectiva ha estado prácticamente circunscrita a aquella convocada y movilizada por el Estado, una explosión como esta parecía difícil de anticipar (Bobes, 2024, p. 9).
En este contexto, insólito para la comunidad tanto nacional como internacional, emergió el movimiento Patria y Vida[1] como una respuesta cultural y política que desafió directamente el discurso oficial del régimen, reformulando el significado de la "patria" iniciado por los "líderes revolucionarios" y proyectando una narrativa alternativa de resistencia, libertad y memoria.
El movimiento se gestó a partir del nacimiento de la canción Patria y Vida, interpretada por artistas cubanos dentro y fuera de la isla. La letra además de ser un himno de protesta, deconstruye simbólicamente la consigna histórica cubana "Patria o Muerte", que hasta ese momento se posicionaba como un sello distintivo del poder oficialista, el mismo poder que, nunca antes había sido cuestionado a estos niveles por ninguna forma de disidencia en el país.
La canción no solo se instauró como un instrumento de denuncia a las condiciones de represión y falta de libertades, sino que se empezó a solidificar como un símbolo continuado de resistencia cultural, que reflejaba las constantes demandas sociales y políticas expresadas durante y después del 11J.
Según Estupiñán (2022):
el arte no solo fue un impulsor para salir en las calles, se convirtió también en un difusor de los eventos del 11J hacia resto del mundo y desde antes, así como hasta el día de hoy, ha sido el medio que ha permitido que se mantenga viva la voz de aquellos que son silenciados por la fuerza.
Posterior a este hecho, catalogado como histórico por varios autores cubanos como Velia Cecilia Bobes[2], Patria y Vida comenzó a fortalecerse paulatinamente como un movimiento de protesta posicionado, que ha coexistido de forma paralela al discurso oficialista contemporáneo. Sirviendo de evidencia de cómo el arte y la música pueden operar como herramientas para la construcción de memoria colectiva, incluso en regímenes totalitarios.
(…) posterior a Patria y Vida en Cuba el arte se ha convertido en un mecanismo a través del cual se ha logrado mantener, tanto en escenarios grandes como pequeños, la voz de quienes expresan su inconformidad y demandan un cambio. Esto es tan real que, como medio de control y silenciamiento, las autoridades cubanas han institucionalizado límites a la libertad de expresión por medios artísticos (Estupiñan, 2022).
Desde una perspectiva teórica, autores como Maurice Halbwachs (1950) e Isabel Piper (2022) han conceptualizado la memoria colectiva como una construcción social que no surge de manera espontánea, sino que se articula a través de las relaciones sociales, el lenguaje y las prácticas culturales. Piper (2022), sostiene que es un espacio en disputa, donde las narrativas oficiales del poder son confrontadas por memorias alternativas que surgen desde la sociedad civil y las prácticas culturales.
Desde esta misma perspectiva Vannini (2020), apunta que la música y la cultura desempeñan un papel crucial como herramientas de resistencia y transformación dentro de los movimientos sociales, evidenciando su capacidad para conectar a las masas, comunidades y fortalecer su identidad colectiva. Pudiéndose afirmar que, "la resistencia cultural implica la preservación de identidades y tradiciones frente a la homogeneización impuesta por culturas dominantes" (Piper & Calveiro Garrido, 2015, p. 4).
Desde estas rutas teóricas, se evidencia como el movimiento Patria y Vida se sitúa como una estructura social surgida orgánicamente, que perpetua su misión inicial: continuar desarrollando la memoria colectiva del 11J, preservando las voces y experiencias de quienes participaron en las protestas, y teniendo como denominador común una parte de la sociedad que no da luz verde al olvido.
A partir de este ecosistema, el presente estudio propone analizar cómo el movimiento ha contribuido a la construcción de una memoria colectiva sobre el 11J, y en qué medida esta memoria ha funcionado como una forma de resistencia cultural contra el poder centralizado del estado.
De igual manera, el estudio pretende responder la siguiente pregunta de investigación ¿Cómo Patria y Vida se convierte en un catalizador de la construcción de memoria colectiva, la resignificación de los derechos humanos y la participación social en Cuba? Buscando entender cómo una forma de manifestación artística puede transformarse en una herramienta estratégica para la resistencia y la reivindicación de derechos humanos.
Para dar respuesta a la interrogante, el análisis se estructurará en torno a tres ejes que abordan la esencia y el impacto de Patria y Vida: la música como forma de resistencia, la construcción de una nueva narrativa colectiva y el papel de la comunidad artística y no artística en la reivindicación de derechos humanos en una sociedad donde prevalece la centralización como forma de gobierno.
II. Patria y Vida como forma de resistencia cultural
La reflexión sobre resistencia y poder en la construcción de memorias colectivas y la circulación de discursos políticos a través del arte, es crucial para comprender cómo los movimientos sociales, en este caso "Patria y Vida", operan en un contexto de tensiones.
En primer lugar, resistencia se puede entender como la capacidad de grupos sociales, en su mayoría marginalizados o reprimidos, de oponerse a estructuras de poder dominantes a través de acciones, discursos y prácticas que desafían el statu quo. En su análisis sobre el poder y la resistencia, Calveiro (2022) sostiene que "la resistencia se presenta en toda relación de poder y ocurre por relación ya sea de respuesta o sencillamente como alternativa a formas específicas de ejercicio del poder" (p. 1). Desde esta afirmación, la autora contribuye a entender la resistencia cultural como una respuesta directa o indirecta al ejercicio del poder hegemónico, en la cual los actores sociales emplean herramientas simbólicas y narrativas para cuestionar y subvertir las estructuras de dominación existentes.
Esta resistencia puede tomar formas diversas: desde protestas explícitas hasta la creación de narrativas alternativas que visibilizan realidades históricas ignoradas o distorsionadas por los actores del poder. Desde esta vertiente el sociólogo Peter Winn (1992), destaca que, el poder no es un concepto estático, sino que se ejerce de manera fluida y puede manifestarse tanto en el control directo sobre las instituciones, como en el dominio sobre las narrativas que construyen la memoria colectiva.
Asimismo, el autor hace referencia a que el poder puede también operar de manera más sutil, a través de la cultura, el lenguaje y el arte, que se convierten en medios de comunicación por los cuales se legitiman o se cuestionan las estructuras de dominación. En este sentido, los discursos políticos, como los que se encuentran en las canciones o manifestaciones artísticas vinculadas a "Patria y Vida", tienen el potencial de ser vehículos de resistencia, pero también de ser absorbidos y manipulados por el poder.
Ahora bien, el arte juega un rol dual: por un lado, es una poderosa herramienta de resistencia, como se ha visto en movimientos de denuncia a lo largo de la historia, y por otro, puede ser cooptado por las mismas estructuras de poder que intenta desafiar. El arte tiene el poder de desafiar las narrativas oficiales, pero también puede ser utilizado de manera instrumental para reforzar un determinado discurso o ideología, como ocurre cuando una causa popular es absorbida por el poder dominante o se instrumentaliza para obtener beneficios de legitimación política.
Respecto al caso de Patria y Vida, este movimiento de protesta no solo cuestiona el régimen cubano, sino que también juega con una identidad nacional compleja que podría ser resignificada y apropiada por las mismas estructuras que se pretenden desafiar. En este sentido, el nacionalismo en Patria y Vida se convierte en un campo de disputa que también es necesario explorar.
De ahí que la resistencia no se manifiesta únicamente en acciones físicas o confrontaciones directas, sino también en la apropiación de medios culturales que permiten construir discursos alternativos y fortalecer las identidades colectivas frente a la imposición de un relato oficial. "La gubernamentalidad neoliberal, como todo poder, tiene zonas de potencia, de indiscernibilidad y de impotencia. Las resistencias ocurren desde todos ellos y también en los distintos niveles de lo global, lo nacional y lo local " (Calveiro, 2022, p. 2).
Desde esta perspectiva, Patria y Vida se inscribe en un contexto de resistencia cultural que desafía, de manera directa, el orden hegemónico a través de las letras de la música, reivindicando la memoria colectiva y las narrativas de las luchas sociales que se desencadenaron producto a la agudización de la crisis existente. Sobre resistencia y memoria Piper, sostiene que:
la memoria no es una reconstrucción estática de los hechos del pasado, sino una construcción colectiva, un proceso de interpretación de los acontecimientos a los que atribuimos una existencia pasada, es decir, un tiempo distinto al presente. Así entendida, la memoria no es un almacén, ni un granero, ni un receptáculo en el cual se almacenan los acontecimientos del pasado (2022).
Asimismo, la autora apunta:
Desde esta perspectiva, no son sólo quienes vivieron directamente una experiencia quienes la recuerdan, sino que somos todos los miembros de una sociedad quienes participamos, y lo hacemos a través de acciones tan diversas como son nuestras reflexiones, conversaciones cotidianas, relatos sobre acontecimiento del pasado, partipación en eventos conmemorativos, relación con espacios y objetos, etc. Como toda práctica social, la memoria tiene el poder de construir realidades sociales (Piper, 2022).
En este sentido, la canción Patria y Vida se presenta como una forma de memoria colectiva que no solo cuestiona el discurso oficial del régimen, sino que también reconfigura las bases simbólicas sobre las que se asienta el poder, al proponer una nueva interpretación de la identidad nacional y del sentido de pertenencia.
La resistencia cultural, por tanto, se convierte en una herramienta estratégica mediante la cual las comunidades marginadas o silenciadas logran articular sus demandas y visibilizar las contradicciones estructurales del sistema político.
La música, en este contexto, adquiere un carácter político al convertirse en un medio para expresar el descontento social y hacer frente el orden político vigente. A diferencia de las formas tradicionales de resistencia, como las manifestaciones o protestas callejeras, la música permite una forma de movilización simbólica que trasciende las barreras físicas y políticas.
A través de sus letras y su ritmo, Patria y Vida logra conectar emocionalmente con una audiencia diversa, incluyendo sectores que no necesariamente participan de manera activa en movimientos sociales. Esta capacidad de movilización simbólica evidencia el poder transformador de la letra mezclada con ritmos musicales cubanos como herramientas para articular la crítica social y fortalecer una conciencia colectiva de resistencia. Como sostiene Marcuse (1972), el arte tiene el poder de promover la crítica social y desafiar las normas establecidas, proporcionando una vía alternativa para que las voces silenciadas encuentren expresión.
La canción se aproxima, por tanto, a una forma de resistencia cultural simbólica que penetra en la conciencia colectiva y debilita el monopolio ideológico del régimen sobre las narrativas culturales y políticas.
Esta dinámica evidencia que la resistencia cultural, lejos de ser una acción pasiva, constituye una forma activa de oposición que emplea el arte como instrumentos de transformación social. Patria y Vida no solo representa una respuesta al orden hegemónico, sino que también abre espacios para la construcción de nuevas formas de identidad y participación ciudadana, reafirmando el papel de esta forma de resistencia en la configuración también de la memoria colectiva.
II.I La construcción de una nueva narrativa colectiva.
El acto de reconfigurar la narrativa oficial a través de un himno de resistencia propone una nueva visión de la patria, una que integra los valores de libertad, derechos humanos y justicia social, alejándose de la idealización del sacrificio que se ha promovido en las últimas décadas por las figuras de poder representativas del régimen cubano.
En términos de Roland Barthes (1972), la canción se visualiza como un "discurso" que no solo actúa como crítica, sino que también construye nuevas significaciones, en la medida que Patria y Vida promueve una revalorización de lo que significa ser cubano en el contexto actual. Por tanto, para el presente trabajo se consideró necesario desmenuzar la lírica de esta nueva narrativa que se encuentra situada en el adn de la canción-movimiento.
Según Piper (2020), hacer memoria colectivamente, es más que compartir un patrimonio de experiencias. Nuestros recuerdos reproducen o transforman los sentidos del pasado, y al mismo tiempo tienen el poder de transformar las condiciones que harán (o no) posibles nuevos procesos de significación. Esta es una de las cualidades que le otorgan a la memoria su carácter de subversión, su poder de romper los límites establecidos por las versiones hegemónicas del pasado.
En cada uno de los versos de la canción, se destaca una crítica a las condiciones de vida del pueblo cubano bajo el régimen referente a elementos que suscitaron el estallido social del 11J. En varios fragmentos de la letra, como "Bombo' y platillo a los quinientos de La Habana, mientras en casa en las cazuelas ya no tienen jama", se visibiliza y denuncia la desigualdad social y económica que caracteriza al país. La referencia a la falta de alimentos en las casas del pueblo cubano, contrastada con la ostentación de las élites gobernantes, pone de manifiesto y a la vez comunica a los públicos desconocedores la desconexión existente entre los gobernantes y los ciudadanos.
Si bien este tipo de crítica es una característica común en las formas de resistencia cultural, que utilizan los recursos simbólicos para destacar las contradicciones de un sistema político y social, es preciso acotar que, en el caso cubano, debe mirarse con lupa partiendo de que se trata de un tejido social con características especiales en la región latinoamericana.
También la canción hace mención explícita de “sesenta años trancado el dominó”, una referencia directa al tiempo que el régimen ha permanecido en el poder, en la que la referencia al "dominó" simboliza un juego de poder en el que el pueblo está atrapado.
Asimismo, la frase expresa la frustración y el cansancio acumulado a lo largo de las décadas, con un énfasis en la falta de cambios sustanciales en la sociedad cubana, marcada por la represión, la falta de oportunidades y violación de derechos.
La canción hace una clara referencia a la represión del régimen mediante versos como “rompieron nuestra puerta, violaron nuestro templo” y “la seguridad metiendo prisma”. Ambas frases denuncian la violencia física y simbólica del Estado contra quienes se oponen al sistema, incluyendo el asedio a activistas y movimientos de resistencia como el Movimiento San Isidro. La mención de estos activistas resalta la persistencia de la lucha por la libertad y los derechos humanos en Cuba, a pesar de la represión y el silencio impuesto.
Desde este horizonte Piper (2020) argumenta que:
(…) el carácter performativo de la memoria, hace que sus prácticas tengan ambas posibilidades: la fijación y la subversión. Esto las convierte en un espacio privilegiado para entender los procesos de disputa y hegemonización de ciertas versiones del pasado, las identidades en juego y los intentos de elaboración de los hechos violentos. Al mismo tiempo permiten visualizar las prohibiciones establecidas por el Estado, así como, la aceptación (o no) de dichos límites por parte de los actores y actrices sociales.
Siguiendo el análisis de las letras de la canción, por su parte en el verso “publicidad de un paraíso en Varadero, mientras las madres lloran por sus hijos que se fueron”, se subraya la contradicción entre la imagen idealizada que el régimen proyecta de Cuba, representada por la propaganda turística sobre Varadero, y la realidad de la emigración masiva y el sufrimiento de las familias cubanas. Aquí se cuestiona la manipulación mediática y la falta de libertad para las personas que buscan una vida mejor fuera del país, destacando la desconexión entre la narrativa oficial y la experiencia cotidiana del pueblo.
Otro de los versos que presta especial interés es el que expresa: "somos la dignidad de un pueblo entero pisoteada, a punta de pistola y de palabras que aún son nada", desde esta perspectiva los autores utilizan la imagen de un pueblo que ha sido "pisoteado" y despojado de su dignidad a lo largo de los años. "A punta de pistola" hace referencia a la represión violenta que ha caracterizado al régimen cubano, mientras que "palabras que aún son nada" critica la retórica vacía del gobierno, que no ha cumplido sus promesas de justicia y bienestar prometidas desde el triunfo de la revolución en 1959; esta dualidad entre la violencia y la manipulación verbal, según los autores, resalta las formas de control sobre el pueblo cubano.
De igual manera uno de los versos menciona en sus letras "no más mentiras, mi pueblo pide libertad, no más doctrinas", planteando un rechazo a las narrativas oficiales del régimen, acusadas de ser "mentiras" que oprimen la libertad.
La referencia a "no más doctrinas" señala el deseo de que el pueblo cubano sea libre de las ideologías impuestas desde el poder, en un contexto donde la diversidad de pensamientos ha sido históricamente reprimida. A su vez "que no siga corriendo la sangre, por querer pensar diferente" denuncia la violencia política ejercida por el régimen contra aquellos que ejercen su derecho a la libre expresión. "Corriendo la sangre" evoca las consecuencias de la represión, mientras que "por querer pensar diferente" subraya la persecución ideológica que ha caracterizado a la dictadura cubana. La crítica se dirige contra el uso de la violencia para silenciar cualquier forma de disidencia.
Este verso describe la realidad de vivir bajo un régimen represivo, donde la incertidumbre del pasado sigue condicionando el presente, el verso refleja la constante amenaza de persecución que enfrentan los activistas y opositores, con la disposición de "morir" por sus ideales.
Otro aspecto clave en la letra de Patria y Vida es la mención de figuras y movimientos paralelos de resistencia cultural en Cuba. A través de los versos "rompieron nuestra puerta, violaron nuestro templo y el mundo 'tá consciente de que el movimiento San Isidro continúa puesto", se visibilizan las luchas actuales contra la represión del régimen, como el Movimiento San Isidro[3], que ha sido un actor clave en la resistencia cultural en Cuba.
La mención de estos activistas y movimientos no solo sirve para denunciar la represión, sino también para mostrar la continuidad de la lucha por la libertad y los derechos humanos en el país. De ahí que, la canción no solo critica, sino que también reconstruye la memoria colectiva y articula una visión alternativa para el futuro de la nación.
En los últimos versos, la canción hace un llamado claro a la unidad y la acción colectiva: “Mi Cuba es de toda mi gente” y “Ya se venció tu tiempo, se rompió el silencio”. Mostrando líneas de mensajes que visibilizan que el tiempo del régimen ha llegado a su fin y que es hora de reconstruir un país basado en los principios de libertad.
De acuerdo con Calveiro (2022), la resistencia también se manifiesta en los márgenes, en lo que es menos visible o incluso en lo subterráneo. Patria y Vida no es solo una canción de protesta, sino una manifestación cultural que surge desde las periferias de la política oficial. En este sentido, actúa como un símbolo de las luchas de los sectores más vulnerables de la sociedad cubana (jóvenes, disidentes, opositores) y de los cubanos fuera del país (diáspora cubana); generando una conciencia colectiva que permite imaginar un futuro diferente y, al mismo tiempo, crea un espacio simbólico donde nuevas formas de pertenencia a la nación cubana pueden ser articuladas.
Como sugiere Calveiro (2022), la resistencia no solo se define en términos de confrontación o de negación del poder, sino también de creación. Patria y Vida no es simplemente una negativa a la hegemonía del régimen cubano; es también una afirmación de una nueva visión de la vida, un impulso hacia el cambio, una construcción de una nueva forma de ser cubano en el siglo XXI.
El movimiento desde esta noción, propone una nueva narrativa que otorga voz a quienes han sido históricamente silenciados y margina al sistema que ha monopolizado la narrativa oficial.
El sociólogo Peter Winn (1992) señala que las narrativas colectivas tienen el potencial de transformar las relaciones de poder al visibilizar experiencias históricas marginadas. En el caso de Cuba, donde la narrativa oficial ha intentado deslegitimar y criminalizar las protestas, "Patria y Vida" ofrece una alternativa que permite a los ciudadanos recuperar su esencia política y cultural construyendo una narrativa que trasciende las divisiones impuestas por el régimen.
Desde una perspectiva teórica, este proceso se vincula con la "memoria cultural" propuesta por Jan Assmann (1992), quien plantea que las sociedades construyen su identidad colectiva a través de relatos compartidos sobre su pasado. Desde esta visión el movimiento actúa como un acto de memorialización que asegura que las luchas del 11-J sean reconocidas y transmitidas a futuras generaciones.
II.II La Comunidad artística y no artística en la reivindicación de derechos humanos.
El impacto de Patria y Vida en la reivindicación de los derechos humanos no solo se limita a la dimensión artística, sino que se convierte en un fenómeno cultural y político que involucra a una comunidad diversa, tanto artística como no artística, en una manifestación colectiva de resistencia.
Desde una perspectiva académica, es fundamental reconocer el papel histórico que ha jugado el arte en los movimientos sociales, particularmente en los momentos de crisis política, social y económica.
El arte ha servido, a lo largo de la historia, como un medio para visibilizar y denunciar las injusticias, así como una forma de expresar la resistencia frente a la opresión. "Patria y Vida", al igual que otras canciones de protesta en diversos contextos históricos, cumple con esta función al utilizar la música como un vehículo de expresión colectiva, uniendo a la sociedad en torno a un mensaje claro y contundente de rechazo a la opresión y la lucha por la libertad. Por tanto, es meritorio aclarar que esta canción no solo representa una crítica a la situación política cubana, sino que también se convierte en un símbolo de resistencia frente a un régimen que ha restringido las libertades individuales y ha violado los derechos fundamentales de sus ciudadanos.
En este sentido, el movimiento trasciende el ámbito artístico, ya que se posiciona como una pieza central dentro de un proceso político más amplio. La canción no solo ha sido creada por artistas, sino que también ha involucrado activamente a la comunidad no artística en su difusión: activistas, periodistas, ciudadanos y otros miembros de la sociedad cubana han jugado un papel crucial en la circulación y visibilización de esta pieza cultural.
Es importante destacar que, en un contexto donde los medios oficiales están controlados por un régimen, la circulación de contenidos en plataformas digitales y redes sociales ha sido esencial para la propagación de Patria y Vida.
Las redes sociales han permitido que esta canción alcance audiencias tanto dentro como fuera de Cuba, eludiendo las restricciones impuestas por los medios tradicionales y permitiendo que el mensaje de resistencia se difunda de manera más eficaz y rápida. Este fenómeno destaca el poder de las tecnologías de la información y la comunicación en la expansión de movimientos de resistencia, especialmente en contextos de censura mediática.
La utilización de plataformas digitales como YouTube, Twitter, Facebook, Instagram, entre otras, ha permitido que los cubanos, dentro y fuera de la isla, compartan y amplifiquen el mensaje de la canción. Estas plataformas, por su naturaleza descentralizada, permiten que los usuarios generen contenido, lo compartan y lo difundan de manera viral, lo que ha favorecido la expansión del mensaje a una escala global.
De esta manera, el movimiento se ha convertido en una herramienta no solo para la denuncia interna, sino también para la visibilización de las violaciones de los derechos humanos en el ámbito internacional, movilizando a actores fuera de Cuba a sumarse al apoyo y la solidaridad con los ciudadanos cubanos en la lucha por su libertad y sus derechos.
Por otro lado, la solidaridad que se expresa en la canción también debe entenderse en términos de un compromiso con la dignidad humana, un principio fundamental en la doctrina de los derechos humanos.
La canción también juega un papel crucial en la formación de una identidad colectiva, un elemento esencial en cualquier movimiento de resistencia. A través de "Patria y Vida", los cubanos y los simpatizantes internacionales encuentran una manera de identificarse con una causa común: la lucha por la libertad y los derechos humanos. La canción no solo transmite un mensaje político, sino que también contribuye a la construcción de una narrativa colectiva que unifica a las personas en torno a un propósito común.
Esta construcción de identidad colectiva es fundamental para la sostenibilidad de cualquier movimiento de resistencia, ya que proporciona a los participantes un sentido de pertenencia y un marco común de acción.
El impacto de "Patria y Vida" no debe ser visto solo en términos de su difusión o de su recepción en los medios, sino en su capacidad para movilizar a las personas, para generar conciencia y para transformar el espacio público en un lugar de lucha por los derechos humanos. Este impacto trasciende la canción misma y se convierte en un símbolo de la lucha por la justicia y la libertad en Cuba.
En este sentido, la canción se inscribe dentro de un proceso más amplio de reivindicación de los derechos humanos, que no solo se limita a la denuncia de las violaciones actuales, sino que también propone una visión del futuro basada en la democracia, la libertad y el respeto a la dignidad humana.
El impacto de "Patria y Vida" en la reivindicación de los derechos humanos es multifacético y extiende su influencia mucho más allá del ámbito artístico. La canción ha logrado articular una protesta colectiva que involucra a diversos actores sociales, tanto del ámbito artístico como no artístico, y se ha convertido en un instrumento crucial de activismo y visibilización. A través de la utilización de las plataformas digitales y las redes sociales, Patria y Vida ha logrado sortear las restricciones impuestas por el régimen, convirtiéndose en un símbolo de resistencia y solidaridad en la lucha por los derechos humanos en Cuba y más allá.
Al hacerlo, la canción no solo denuncia las violaciones de los derechos humanos, sino que también reafirma el compromiso de la sociedad con la dignidad humana, la justicia y la libertad, y contribuye a la construcción de una identidad colectiva que fortalece los movimientos de resistencia en la isla y en el ámbito internacional.
Es necesario acotar que, sin bien el movimiento Patria Y Vida como parte del impacto del 11J todavía no se puede catalogar estrictamente como "memoria histórica", sí es parte de un proceso de construcción de memoria colectiva en curso que es necesario estudiar y velar su evolución partiendo de la importancia que propio hecho presume.
Siguiendo a Piper (2022), quien interpreta a Halbwachs (1950):
Las experiencias del pasado y del presente no surgen espontáneamente, ni están en una supuesta realidad de la mente esperando ser recuperadas o en una supuesta realidad del mundo esperando ser captadas. Las experiencias son construidas socialmente a través de prácticas lingüísticas. A través de sus prácticas de intercambio, los grupos reconstruyen distintas memorias, y los recuerdos de cada uno de sus participantes son el producto de esas reconstrucciones colectivas” (Piper, 2022, p. 3).
También, enfatiza que “el grupo es para Halbwachs la condición de la memoria: sin el grupo no sería posible recordar. Pero, así mismo, sostiene que la memoria es una condición indispensable para la existencia del grupo” (Piper, 2022).
De igual manera, la autora afirma que la memoria colectiva está siempre en disputa, ya que “la diferencia entre dichas interpretaciones no depende de las características subjetivas de quien recuerda, sino de múltiples y complejos factores que pertenecen siempre al campo de lo social” (Piper, 2022).
Desde estos argumentos se puede sintetizar que el 11J constituye un acontecimiento que atraviesa a un grupo social (el pueblo cubano, tanto dentro como fuera de la isla); que ha generado relatos, disputas, interpretaciones y significados múltiples. Según Bobes, (2024) paralelamente coexisten prácticas discursivas y performativas en torno a ese día y al nacimiento y desarrollo de Patria y Vida como fenómeno cultural de resistencia: graffiti, actos represivos, procesos judiciales, comunicados oficiales, documentales, películas, publicaciones de exiliados, publicaciones científicas, archivos independientes, etc.
Por tanto, se puede afirmar que no es solo un recuerdo individual de quienes salieron a la calle a protestar; es un recuerdo que circula socialmente, en conversaciones, redes sociales, medios alternativos, y que define identidades colectivas (por ejemplo: ser parte de "los que salieron", "los que apoyaron", "los que reprimieron", "los que callaron").
En este sentido, la canción-movimiento trasciende como un archivo vivo de memoria colectiva, donde las experiencias de represión, las demandas de libertad y las denuncias de violaciones de derechos humanos, quedan codificadas en una forma artística que, por su carácter simbólico y cultural, posee la capacidad de traspasar fronteras y tiempos históricos, con la esperanza de convertirse en una memoria histórica, ahora memoria presente.
Ta como afirma Piper (2020), hacemos memoria de aquello que es ahora significativo, y al hacerlo le creamos un sentido a lo recordado, sentido que se produce en el contexto relacional en el que se recuerda. No recordamos cualquier cosa sino aquellas que tienen que ver con nuestras emociones, con nuestro sentido de la vida, con nuestros deseos, añoranzas, esperanzas, etc. Pero todas estas son emociones del presente.
Conclusiones
A modo de conclusiones, es fundamental señalar que el movimiento Patria y Vida ha contribuido de manera significativa a la construcción de una memoria colectiva en Cuba. Esto se ha logrado al reconfigurarse las narrativas históricas tradicionales impuestas por el régimen. A través de su lírica, la canción actúa como un medio de memorialización que asegura que las luchas derivadas del 11 de julio de 2021 sean reconocidas y recordadas por las futuras generaciones.
De igual manera la resistencia cultural expresada demostró ser una herramienta efectiva para articular demandas sociales y visibilizar las contradicciones estructurales del sistema político cubano; reafirmando capacidad del arte para canalizar el descontento social de manera creativa ha permitido que sectores marginados encuentren en la música un espacio para cuestionar las dinámicas de poder y enfrentar las barreras de represión impuestas por el Estado.
Además, el movimiento evidenció y continúa siendo una muestra de la interconexión entre el arte y el activismo político en Cuba, mostrando que la música no solo opera como un medio de expresión, sino también como un catalizador de cambio social y político. Asimismo, la canción logró articular diversas voces en torno a la defensa de la libertad y los derechos humanos, consolidando el arte no solo como medio de expresión, sino también como un motor de cambio social y político.
Un aspecto clave es la reconfiguración coherente del concepto de patria que propone el movimiento frente a la narrativa oficial basada en el sacrificio y la opresión; Patria y Vida promueve una visión de la patria centrada en la libertad, la justicia social y el reconocimiento de los derechos humanos como pilares fundamentales de la identidad nacional. Este cambio de paradigma desafía el discurso estatal e invita a una reflexión crítica sobre lo que significa ser cubano en el contexto contemporáneo.
La Corte IDH ha señalado que el derecho a la identidad y a la libre determinación de los pueblos constituye un elemento esencial para la consolidación de sociedades democráticas y pluralistas, lo que refuerza la legitimidad de las demandas planteadas por el movimiento.
De manera general, Patria y Vida logró articular un consorcio de solidaridad y resistencia dentro de la sociedad cubana. Al movilizar a diversos actores tanto del ámbito artístico como de la comunidad en general, el movimiento ha fortalecido un sentido de comunidad esencial para la sostenibilidad de las demandas sociales y políticas.
Esta dinámica refuerza la construcción de una memoria colectiva que trasciende las fronteras ideológicas y se convierte en un espacio de resistencia frente a las injusticias estructurales que enfrenta la sociedad cubana.
Desde este análisis dialogado con autores referentes en la materia, se puede concluir que el desafío futuro radica en consolidar esta memoria colectiva sin perder su capacidad crítica ni su autonomía frente a las dinámicas de poder estatal y las posibles tensiones internas que puedan surgir en el proceso de construcción de una identidad colectiva alternativa.
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[1] Patria y vida es un lema de protesta utilizado en las manifestaciones de Cuba de julio de 2021. La frase está inspirada en una canción homónima y consiste en una modificación del lema del gobierno cubano: patria o muerte
[2] Velia Cecilia Bobes es profesora investigadora de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso)-México.
[3] Movimiento San Isidro , abreviado MSI ) es un grupo de artistas, periodistas y académicos cubanos formado en 2018 para protestar contra la creciente censura gubernamental a la expresión artística en Cuba.