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FORO CUBANO Vol 3, No. 22 – TEMA: ARTE Y LITERATURA –

El futuro de Cuba y sus alternativas

Por: Ariel Pérez Lazo

Julio 2020

Vistas

William James definía el presente como resultado de un pasado con futuros alternativos (Vaughn, 2019, p. 249). De ahí que sea difícil, al comenzar una exposición histórica, buscar un antecedente, una condición que deje de ser solo necesaria para convertirse en suficiente. El presente estado en que se encuentra Cuba, incluyendo su diáspora, ¿en qué consiste? ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?

Aparentemente el antecedente del presente político de Cuba habría que buscarlo en 1959, pero en ese año no se vislumbraba aún que el Partido Comunista fuera el único legal, como ocurriría tres años después, tampoco el cierre de los periódicos privados, las expropiaciones masivas de empresas, etc. Quizás podamos remontarnos a 1976 cuando se aprueba la constitución socialista y el país entra ya plenamente en la órbita soviética, pero tampoco esta fecha nos ayuda, pues en 1976 no se vislumbraba ni el fin de la URSS ni la limitada apertura al mercado que se vive hoy en el país. Quizás, entonces, nuestra fecha sea 1992, donde se reforma la constitución y una economía mixta y el desarrollo de un incipiente movimiento disidente es visible. Sin embargo, tampoco aquí se vislumbraba algo como el restablecimiento de las relaciones con los Estados Unidos bajo el sistema económico y político postotalitario, pues el campo socialista había desaparecido y la perspectiva de que un cambio de régimen estaba al doblar de la esquina, o la permanencia del régimen tras la renuncia de Fidel Castro, como ocurriría 16 años más tarde, era impensable. 2016 quizás sería entonces nuestra fecha, pues ese año muere finalmente Fidel Castro, suceso que se creía que, solo diez años atrás, desencadenaría una lucha por el poder entre facciones rivales o un golpe de Estado para evitar una sucesión, algo que no ocurre, pero tampoco ese año se podía asegurar que el título III de la ley Helms-Burton se aplicaría, aunque fuera como resultado de la participación cubana en el sostenimiento del régimen de Maduro. Podemos de cualquier manera escoger 2016 como el antecedente o condición de la situación actual.

Ese año ocurren tres acontecimientos que condicionaron nuestro presente: el fracaso de la visita de Obama a Cuba, lejos de profundizar el deshielo, significó la reacción contra la reapertura de relaciones. Se le dio licencia a la ortodoxia del PCC, envalentonada por una de las ultimas notas de Fidel Castro donde rechazaba la importancia de una negociación. Esto significó el fin del periodo abierto en 2010 dado por la posibilidad de cierta liberalización tanto de la prensa como de la actividad económica, y con visos de apertura política. Es el periodo del ascenso del cardenal Ortega como mediador y la presencia tolerada de cierta prensa independiente como On Cuba y de espacios de análisis político como Cuba Posible, antes encarnada en la revista Espacio Laical. Los otros dos hechos ya los hemos mencionado: la muerte de Castro y la elección de Trump.

El restablecimiento de relaciones de los EE. UU. con Cuba consiguió lo que durante casi veinte años había sido imposible: que la disidencia interna y el exilio se unificaran, al menos en estrategia, pues hasta entonces el embargo, la posibilidad de diálogo con el régimen o la apelación a sus propias leyes, como sucedió con el Proyecto Varela, lo había impedido. Desde el restablecimiento de relaciones, el exilio en bloque se unió a la causa republicana, pues todavía había ocurrido en 1992 que la FNCA apoyara a Clinton frente a Bush y que Obama la visitara en 2008. Después del cambio de política de Obama, se ha extendido con fuerza la creencia dentro de la emigración cubana de que ser demócrata implica beneficiar al régimen cubano, y esta creencia también arrastró a la oposición interna. Figuras defensoras del embargo o de la confrontación directa contra el régimen -una postura que hasta entonces estaba en las márgenes de la oposición y solo respaldada abiertamente por Oscar Elías Biscet y la Asamblea Para Promover la Sociedad Civil-,  como Antonio Rodiles, pasaron al centro de visibilidad de la oposición interna. Por otra parte, en el exilio, Rosa María Payá obtuvo el apoyo del Center for a Free Cuba, rompiendo con el Movimiento Cristiano Liberación fundado por su padre, cuyo líder fue el único procesado en las semanas posteriores a la muerte de Fidel Castro, debilitando aún más este último movimiento.

Desde entonces, quedaron tres proyectos disidentes de impacto mediático y de proyección política en la isla (no incluyo aquí a lo propio de la sociedad civil). Todos Marchamos, cuya figura más visible fue el activista Antonio Rodiles, proyecto que fue languideciendo hasta desaparecer a finales de 2017; Candidatos por el Cambio que no logró tener presencia entre los candidatos seleccionados en 2018 en Cuba y Cubadecide, que recibió el apoyo de la UNPACU. El ascenso de Cubadecide, que obtuvo por primera vez el respaldo de parte del exilio a un proyecto de referendo -lo que no había sucedido con el Proyecto Varela-, provocó que el gobierno se decantara por una nueva constitución, en estudio desde 2013. Esto último, quizás, también por la salud de Raúl Castro y el temor de morir antes de la celebración del VII congreso del PCC para evitar que cerrara la puerta a un cambio de régimen usando la constitución de 1976.

La reforma constitucional de 2002 fue realizada sin un plebiscito lo que hacía fácil su derogación para un hipotético gobierno reformista que solo hubiera tenido que realizar un referendo para rechazar la enmienda constitucional del “socialismo irrevocable” y posteriormente discutir el Proyecto Varela en la Asamblea Nacional. Esta fue hecha para rechazar el Proyecto Varela y el apoyo de la administración Bush a este último -quien prometió colaborar con el Congreso para levantar el embargo si el Proyecto Varela era aprobado por la Asamblea Nacional-. Además, cabe resaltar que el hecho de que la nueva constitución haya mantenido el artículo 5 de la de 1976 es un síntoma de que no se quiere seguir la estrategia chavista de hegemonía, donde el partido único existe en la práctica, pero no en la letra constitucional.

A pesar de la gran movilización de ciberactivistas y disidentes dentro de la isla, la nueva constitución se aprobó con el 71 % del censo electoral, más de un cuarto menos que la de 1976. De ahí que la presión para que los EE. UU. tomaran la iniciativa habría de ser aún mayor y el contexto internacional, con la decisión de la Asamblea Nacional de Venezuela de dar la presidencia interina a Juan Guaidó, daría el motivo para reasumir esa participación que se había mantenido en segundo plano por años. 

Nuevamente, a menos de que aparezca un proyecto, movimiento o figura que produzca una nueva iniciativa dentro del país, el protagonismo lo ha tomado el exilio con la estrategia de involucrar más a Estados Unidos en el problema cubano. La oposición interna políticamente organizada parece estar en un letargo. Al menos desde la segunda declaración del Encuentro Nacional Cubano de 2015 no se vislumbra una coordinación de estrategias visible dentro de la isla. A nivel mediático, el ciberactivismo disidente, al menos el hecho en Miami, ha vuelto a pronunciar la diferencia entre los grupos opositores tradicionales y el activismo surgido alrededor de las tecnologías de la información, algo que comienza con el blog Generación Y. Esta menor visibilidad mediática de aquellas voces de la oposición interna con un discurso diferente al del exilio y la presencia de Trump en la Casa Blanca coadyuvan a hacer del exilio un actor con una relevancia que no tenía desde alrededor de veinte años.

La llegada de las sanciones de Trump, por otro lado, vuelve a plantear el conflicto entre oposición y gobierno en términos internacionales. Quizás Donald Trump no esté en la presidencia en enero de 2021 y esto implique una nueva era de deshielo, donde esta vez no estarán ni Fidel Castro ni su hermano ejerciendo algún cargo, ya que ese año será el VII congreso del PCC el que transfiera el poder del Partido Comunista a Diaz Canel. Quizás esto implique la llegada de una glasnost en Cuba, pero es igualmente posible que no y que Cuba transite por el camino vietnamita pese a las diferencias culturales que son menores que las que Cuba tiene con China, empezando porque Vietnam y Cuba tienen un fuerte número de católicos, además de protestantes, y esto implica un actor político a tomar en cuenta. En América Latina las iglesias evangélicas determinaron el ascenso a la presidencia de Jair Bolsonaro e influyeron en la de López Obrador, por lo que no es descartable que su peso político, hasta ahora bastante reducido, aumente en Cuba en la medida en que continúe el desgaste ideológico del Partido Comunista[1].

Entonces, una verdadera apertura de la economía al mercado podría permitir la supervivencia del actual sistema político donde la mayoría de los cubanos tienen que pertenecer a alguna de las organizaciones controladas por el PCC. Es interesante que la nueva constitución mantiene el principio de que las “organizaciones de masas” no forman parte de las que constituyen la “vanguardia” política en el camino hacia el socialismo, lo cual puede ser el camino para que en un futuro solo sea la Juventud Comunista la vía para que los jóvenes obtengan privilegios y los sindicatos, federaciones estudiantiles y de campesinos busquen alguna autonomía de frente al Partido Comunista, tal como ocurrió durante la perestroika, en la que estas dejaron de ser pura “correa de transmisión” del PCUS y pudieran participar en las primeras elecciones semidemocráticas de 1989, que sirvieron de modelo a la transición polaca.

Pese a esto, es poco probable este sea el destino de Cuba en cinco años. Y explicaré a continuación por qué. Trump puede reelegirse y la fuerza de las sanciones puede hacer que se negocie un espacio político para la oposición o para la prensa independiente, dada la poca popularidad de Diaz Canel. El hecho de que Raúl Castro accediera a dar mayor acceso a internet en su negociación con Obama hace pensar que esta concesión pueda ser arrancada ante el temor de enfrentarse con sanciones más fuertes. Sin embargo, no debe pasarse por alto algo que diferencia la transición cubana de las de Europa del Este. En estas no había candados constitucionales para reformas políticas hechas por negociación con una potencia extranjera. El sistema socialista en la constitución es inalterable y la posibilidad de negociar bajo presión extranjera queda expresamente rechazada en el artículo 277. Una hipotética reforma constitucional que eliminara el artículo 5 (principal obstáculo legal para la transición, pues establece el carácter hegemónico del PCC) no podría hacerse invocando la necesidad pragmática de lograr el levantamiento del embargo de los EE. UU. Dada la falta de un visible reformismo político dentro del PCC, es lógico suponer que el impulso para abolir dicho artículo de la constitución actual solo puede venir de la sociedad civil.

Es interesante que, de acuerdo con el artículo 229 de la nueva constitución, el monopartidismo no está expresamente señalado como irrevocable. No parece, sin embargo, que los actores políticos de la oposición a mediados de 2020 tengan nuevamente en cuenta la estrategia que durante 20 años el Movimiento Cristiano Liberación planteó de cambios en el marco de la constitución de 1976. El proyecto de plebiscito de Cubadecide se plantea de manera abstracta y no se contempla como iniciativa de ley que tendría que pasar el escrutinio de la Asamblea Nacional, se basa en todo caso en la presión internacional sobre el gobierno y actúa políticamente como complemento del embargo. Es por esto por lo que, pese a que el camino de desmontaje del sistema postotalitario “de la ley a la ley” (Movimiento Cristiano Liberación, s.f.) no está del todo cerrado, la oposición dentro del país parece haber cambiado de estrategia y acercado más a las líneas políticas tradicionales del exilio cubano. Es significativo, en este sentido, que la UNPACU -probablemente la organización opositora de más impacto mediático dentro de Cuba- incluyó en uno de los puntos de su más reciente programa, el derecho a la reclamación en tribunales de las propiedades industriales y comerciales del país, confiscadas después de 1959.

“As for the commercial properties and former companies expropriated by the current regime, which are now under state control, we recognize the right of their true owners to claim them in impartial judicial processes devoid of ideology. An impartial court must be established to resolve these cases so that justice prevails” (UNPACU, 2020).

Si se compara este programa con El camino del pueblo de 2011, es visible que las privatizaciones debían hacerse previa consulta popular y no se mencionaba el derecho a las reclamaciones, por lo que este problema quedaba a manos de la decisión de la mayoría electoral y no del poder judicial como plantea ahora la UNPACU. Declaraciones como las de Óscar Elías Biscet sobre El camino del pueblo como un documento “profundamente socialista” (Todo por Cuba, 2011) no han vuelto a aparecer en este nuevo escenario. Es de notar, como tanto Cubadecide como el Proyecto Emilia -este último hecho como respuesta a la estrategia del MCL- coinciden en la importancia de desconocer la constitución actual y apear a la presión internacional para lograr los cambios legales que hagan salir al país del régimen presente.

De manera que, a la hora de negociar la transición, habrá de ser o extremadamente cuidadosa al guardar las formas y hacer que el cambio de política no se interprete como concesión, o enfrentarse a la quiebra total de legitimidad del régimen. Aprobar una constitución tan restrictiva en materia política, paradójicamente, hará más difícil la supervivencia del régimen en caso de continuar las actuales presiones.

La intransigencia del gobierno cubano al elaborar esta constitución, si bien no cierra las vías para el camino pacifico de la disidencia política, las ha hecho más difícil al darle sanción plebiscitaria a la “irrevocabilidad del socialismo” y a esta la ha dejado hasta el momento reducida a mera sociedad civil independiente, y abre el camino para que el exilio retome un liderazgo que no tenía desde comienzos de los noventa -y ya entonces este liderazgo le era disputado por la incipiente disidencia interna-. Como este liderazgo, el exilio lo está usando para ponerse como interlocutor entre el gobierno norteamericano y la sociedad civil cubana, lo que se puede esperar es un recrudecimiento de las sanciones. Incluso si Trump no fuera reelegido: ¿Cuáles serían los actores de la sociedad civil cubana que pudieran pedir un fin incondicional del embargo? Sin duda, muchos menos que en el 2013 cuando Obama inicio su negociación, inicialmente secreta. Un levantamiento unilateral de las sanciones aparecería como un evento desprovisto de la narrativa que hasta ahora ha tenido esta política: la de que la propia disidencia pide el levantamiento. Este es el resultado que tenemos ahora: mayor crispación y menos oportunidad para una transición de terciopelo al estilo checoslovaco.

Referencias

Movimiento Cristiano Liberación. (s.f.). “Adolfo Suárez: “De la ley a la ley “, nuestra inspiración”. Disponible en: http://www.oswaldopaya.org/es/2014/03/23/adolfo-suarez-de-la-ley-a-la-ley-nuestra-inspiracion/

Todo por Cuba. (2011). “Óscar Elias Biscet, El Roque y El Camino del pueblo”. Disponible en: https://todoporcuba.wordpress.com/2011/07/25/biscet-y-el-camino-del-pueblo/

UNPACU. (2020). “Propuesta a la Nación Cubana”. Disponible en: https://www.unpacu.org/en/nuestra-propuesta-a-la-nacion-cubana/

Vaughn, L. (2019). “Philosophy here and now: powerful ideas in everyday life”. New York: Oxford University Press.

 

[1] El apoyo del gobierno cubano a algunas demandas de la ideología posmarxista como la del matrimonio igualitario ha levantado el rechazo frontal de las iglesias evangélicas en Cuba que se pronunciaron contra el proyecto inicial de la nueva constitución en 2018.

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