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TEMA: LIBERTADES CIVILES

Defender a quienes defienden: rol y retos de los defensores de derechos humanos en Venezuela

Por: Alejandro Guzmán Woodroffe

Mayo 2020

Vistas

Después de 14 años de un extenso debate que reunió la voluntad de Estados miembro, expertos y organizaciones no gubernamentales, el 9 de diciembre de 1998 la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la Declaración sobre los Defensores de Derechos Humanos.  Para los detractores de la declaración y los escépticos, el esfuerzo no fue suficiente, debido a la naturaleza y aplicación del instrumento.

El argumento sobre la utilidad y eficacia jurídica de una declaración es recurrente y ha sido objeto de múltiples discusiones. Aunque, es cierto que las declaraciones no son normas jurídicas vinculantes, su eficacia y utilidad radica en que constituyen un marco ético internacional que sirve como referencia para documentos supranacionales y normas regionales de Derechos Humanos, e, incluso, se erigen como guía para las constituciones de las naciones. Sin embargo, la utilidad y pragmatismo del texto aprobado no solo enumera los derechos reconocidos a los defensores, sino que también enuncia los deberes de los Estados y la función que tiene el derecho interno de proteger y defender la labor de miles de individuos que velan por el respeto, resguardo y protección de los Derechos Humanos.

Una de las virtudes del documento es la claridad con la que define al defensor de los derechos. “El defensor de Derechos Humanos es una persona que individualmente, o junto con otras, se esfuerza en promover y procurar la protección y realización de los derechos humanos y las libertades fundamentales en los planos nacional e internacional”. De la definición expuesta se pueden extraer varios elementos que bien valen la pena exponer a continuación.

En primer lugar, es oportuno resaltar la capacidad y el poder que tiene el individuo, el ciudadano común, para trabajar individual o colectivamente por algo mucho más grande que su propio interés. En segundo lugar, es importante destacar la importancia del hombre en la persecución y resguardo de los derechos humanos ante el poder del Estado. Finalmente, el tercer elemento que debemos subrayar es el carácter territorial del arduo trabajo del defensor. No importa qué tan local o global sea el activismo ciudadano, lo importante es el contrapeso que representa el defensor ante el Estado y el poder delegado al gobierno de turno.

"es oportuno resaltar la capacidad y el poder que tiene el individuo, el ciudadano común, para trabajar individual o colectivamente por algo mucho más grande que su propio interés"

Actualmente, en medio de la crisis más importante de nuestro tiempo, un ser microscópico nos recuerda la vulnerabilidad y fragilidad del ser humano. El coronavirus nos ha demostrado que somos más iguales que nunca, que la vida y la muerte no distinguen de raza, género, religión o afiliación política. Los derechos son nuestros, universalmente indivisibles, independientes y deben ser aplicados de manera justa y equitativa solo por el hecho de ser personas.

Hoy, más de dos décadas después de la adopción de la declaración, las razones para su aprobación están más vigentes que nunca.  El Índice de Democracia elaborado por el diario The Economist, que clasifica a los estados en una escala del 0 al 10, siendo 0 la menor clasificación y 10 la mayor, demostró que actualmente existen 54 regímenes autoritarios, lo que representa un 35.6 % de la población mundial.  Teniendo en cuenta que más de un cuarto de las personas en el mundo viven en sistemas contrarios a los principios fundamentales de respeto y protección de los Derechos Humanos, es lógico que, en promedio, la democracia haya disminuido de 5.48 a 5.44 puntos.

La labor del defensor tiene un objetivo muy claro y representa una causa enmarcada en la solidaridad humana y en la premisa de que los Derechos Humanos son para todos y en todas partes. Los números expuestos anteriormente no solo describen la decadencia de nuestros sistemas y de nuestras libertades individuales, sino que demuestran los riesgos y obstáculos que en términos reales enfrenta el defensor de derechos en su día a día.

Aunque la región latinoamericana ha gozado de un progreso relativo en la materia, Venezuela y Cuba son los dos únicos países clasificados como regímenes autoritarios dentro del continente. Ambos recibieron la puntuación que fluctúa entre 2 y 3 puntos, lo que significa la segunda peor puntuación del índice. El Cato Institute, organización encargada de construir el índice de libertad humana, que también clasifica los países en una escala del 0 al 10, pero esta vez midiendo elementos como el estado de derecho, la libertad de expresión, la libertad de movimiento y la libertad económica, clasifica a Venezuela en el puesto 161 de 162.  

"Venezuela y Cuba son los dos únicos países clasificados como regímenes autoritarios dentro del continente"

En marzo de este año, la Organización Mundial contra la Tortura y la International Federation For Human Rights presentaron, junto a varias organizaciones venezolanas, el informe titulado “Venezuela, enemigos internos. La defensa de derechos humanos bajo ataque”. El trabajo de 75 páginas relata la documentación de 121 agresiones contra personas defensoras de Derechos Humanos en Venezuela entre los años 2018 y 2019. La internacionalmente reconocida Emergencia Humanitaria ha provocado el rápido aumento de esos números debido a la necesaria exposición de los defensores en innumerables acciones de reivindicación de derechos, específicamente para visibilizar las protestas que alarmaron el mundo en 2017, las 10 971 ejecuciones extrajudiciales documentadas por COFAVIC y las irregularidades en la distribución de alimentos.

En contextos como el descrito hasta el momento, el rol del defensor pasa de ser una labor de contrapeso a una de supervivencia extrema. Especialmente, cuando el Estado es el actor que comete la mayor parte de los ataques a través de estructuras afiliadas al partido que detenta el poder o mediante herramientas comunicacionales como la televisión estatal y su programación.

Pareciera que, ante la realidad de la democracia en Venezuela y en gran parte del mundo, la labor del defensor no solo debe ser la descrita en la Declaración, sino que además implica asumir riesgos que pudieran atentar contra la seguridad personal de cada uno de los que levantan la voz para defender los derechos de terceros.

"la necesaria exposición de los defensores en innumerables acciones de reivindicación de derechos, específicamente para visibilizar las protestas que alarmaron el mundo en 2017"

Muchos podrían elaborar sobre los retos operativos de un defensor de Derechos Humanos, transporte, manutención, seguridad, protección a los familiares, entre otros grandes retos. Aunque esas dificultades son muy ciertas, el mayor reto que enfrentan los defensores de nuestro tiempo es la adaptación a otro tipo de activismo.

El Instituto de Derechos Humanos y las Empresas ha enumerado los 10 retos en materia de derechos humanos que enfrentaremos en los próximos años. Nuevas crisis de refugiados, el rol del internet en el consentimiento de los datos, los nuevos desafíos en material de libertad de expresión, automatización y rendición de cuentas.  Los defensores de Derechos Humanos en Venezuela deberán adaptarse a un Estado, que también lo hará y con el objetivo de seguir cercenando libertades individuales.

Defender a quienes defienden es también otro de los asuntos pendientes en la agenda de nuestras sociedades. La labor de los defensores es un acto de desprendimiento, de servicio y de respaldo, pero a menudo vemos cómo la sociedad voltea para otro lado en momentos en los cuales los que levantan la voz por cada uno de nosotros nos necesitan. Comprender que la protección de los derechos y el ejercicio de los derechos civiles es una tarea de todos es la clave para rendirle honor a la propia humanidad. Exigir el cumplimiento de los tratados internacionales y la ley doméstica en materia de protección debe convertirse en hábito para no permitir que los servidores públicos se extralimiten en sus funciones.

 

Alcanzar el cumplimiento absoluto de los Derechos Humanos es para algunos una tarea titánica, y la verdad es que sí lo es. Es inevitable pensar en el campesino que lucha por las reivindicaciones de tierras enteras para su comunidad, en la periodista que busca la verdad, o en la joven que denuncia la falta de agua en las zonas más populares del país. Lograr la simbiosis entre defensores y defendidos nos acercará al objetivo. Ser una señal de alerta, un recordatorio constante, el árbitro que colectivamente le ponga límites al Estado para que este entienda su rol.

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